Revista En Femenino

Cuatro cajones

Publicado el 22 febrero 2013 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Lo he vuelto a hacer. Una vez más, tras la sobremesa, mientras mi padre y Carlos se instalan cómodamente en el sofá y mi madre comienza a dar vueltas por la cocina, voy a mi habitación, me siento en la butaca y los abro.
Uno tras uno, los cuatro cajones de mi escritorio vuelven a ser un claro objeto de deseo. Es curioso que cada vez que lo hago consiga sorprenderme con algo que tenía ya olvidado, cuando debería conocer casi de memoria el contenido de cada uno de ellos.
Esta vez, en el primero ha sucedido así. Doblada con sumo cuidado me encontré con aquella capa que traje de Londres, en cuya etiqueta se puede leer “made in england”, algo muy curioso actualmente. Y ahí comenzó el viaje, tras aquella llamada telefónica que me invitaba a hacer las maletas y disfrutar durante toda una semana de la capital inglesa.
A continuación, en el segundo, todas las fotografías, y mis cosas, un puńado de sentimientos convertidos en pequeńos poemas y escritos que permanecen allí, dormidos, a la espera de que llegue el momento de volver a ser leídos. Apenas reconozco algunos de ellos, han pasado demasiados ańos y de la adolescente que era entonces quedan ya pocas cosas, pero otros me devulven aquella realidad como se tratara de hoy mismo.
Uno de los dos de la parte superior es en que todavía continúa oculto mi gran secreto, a pesar de estar a la vista de todo el que lo abra. Puede que sea tan evidente que cualquiera al mirarlo no descubra su significado, pero hasta que llegue ese momento, si es que llega, ahí está, entre todas esas pequeńas cosas que voy cogiendo una tras una entre mis manos y que vuelven a transportarme en el tiempo hacia unos de tantos maravillosos ańos. Y otra vez me dejo llevar por ese dulce viaje al que me invitan las sensaciones y la memoria.
En muchas ocasiones paso ganas de traerme alguna cosa para casa, pero al final no lo hago, siento que su lugar es aquél, y no éste, que aquellos cajones son el sitio idóneo para guardar tantos recuerdos, tantas pequeńas cosas, y allí las dejo, hasta otro día, hasta que vuelva.
Sentada en mi butaca y con mis cajones abiertos es como si lograra detener el tiempo, parar las manecillas del reloj e irme, aparecer en otros lugares, rodearme de otras personas, vivir en ese presente un tiempo pasado, hermoso e intenso.
Esta vez me he traído una cosa, un pequeńo llavero en forma de llave. Lo traje de Italia, de Venecia concretamente. Lo compré en una pequeńa tienda, tras hacer la operación pertinente de convertir las liras en aquellas pesetas que entonces llevaba en mis bolsillos. Ahora lo llevo en mi bolso, con mis llaves, y con él un trocito de aquel viaje y de aquella Venecia a la que en aquella ocasión no conseguí encontrar su encanto, de aquel día, de los amigos, de las risas y de aquel bocadillo de mejillones en plena Plaza de San Marcos.

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