Deambulando por un pueblo costero, huyendo de la claustrofóbica existencia urbana e industrial, quizá por azar, llego a una tienda esotérica con un cartel que reza “Tarot. Primera pregunta gratuita”. Siendo yo un escéptico por naturaleza no puedo evitar sonreír irónicamente al entrar a la tienda, sonrisa que se me borra de golpe al cruzar el umbral y notar un escalofrío recorrer mi espalda al cerrarse la puerta tras de mí.
Una suave voz vagamente familiar me indica que la siga. La chica me pide que me siente frente a una mesa en la trastienda. Me fijo en ella. Diría que la conozco, morena y de tez blanca tiene unos ojos verdes muy claros en los que creo haberme perdido hace mucho tiempo. Juraría haberla visto antes, pero no consigo recordar dónde.
La chica se presenta como Verónica y me pregunta algunos datos personales. Me dice que no cruce ni los brazos ni las piernas y me da una baraja para que coja mi energía, dice, mientras la barajo. -¿Qué le inquieta? – me pregunta. -Buena pregunta… – no había pensado ni qué preguntaría-¿Cómo irá mi nueva relación? Verónica extrae una carta, La Justicia, y debajo de ella pone tres cartas más: El Emperador, La Emperatriz y El Sol. La Justicia está representada por una chica con una espada en una mano y una balanza en la otra. Dice que una de las dos partes viene de una separación, le indico que yo no. El Emperador según me dice soy yo, una persona fuerte, firme, que aporta seguridad a la relación pero que tiene un carácter difícil ya que defiende sus ideales y lo suyo a capa y espada. La Emperatriz es la chica, inteligente, intuitiva, cabezota que consigue lo que quiere pero que le cuesta empezar las cosas, necesita su tiempo para no agobiarse. Podemos chocar fácilmente por tener carácter fuerte y ser parecidos, puede comparar la relación con una anterior. Me dice que las figuras, arcanos, no se miran pero están juntas, unidas, mirando al frente, debo cuidar a La Emperatriz ya que estoy más tranquilo, intentar no chocar, ya que la carta de El Sol augura una relación duradera, cálida y con mucha luz. Verónica se despide de mí diciéndome que volveremos a vernos, lo dice con una sonrisa afable, pero con convicción. Me quedo en la calle pensando que a saber si en otras relaciones dispuse las mismas cartas y acabé jodiéndolo todo, porque sí, soy un cobarde. En cuanto a relaciones, felicidad, cuando consigo algo me dejo ir, me empiezo a sentir demasiado afortunado por haber conseguido algo que me parecía casi imposible, creo que me siento más cómodo intentando conseguir llegar a alguien inalcanzable para tener excusa si no lo consigo, y si lo consigo creo que voy a perderlo, haré algo que lo joderá todo, pienso que dañaré a alguien que me importa y me dan ganas de huir. Una amiga me dice que tengo miedo al compromiso, no, me tengo miedo a mí mismo. Mientras pienso esto, me doy cuenta que estoy dentro de la tienda de nuevo, Verónica me mira fijamente a los ojos, atravesándome. Se da la vuelta y se mete en la trastienda insinuando que la siga. No sé de qué la conozco, pero voy a averiguarlo. Al entrar y sentarme, siento que estoy a punto de hacer una de las cosas más peligrosas de mi vida al mirar directamente esos preciosos ojos. Le devuelvo la baraja, ella tira cuatro cartas y, sin preguntarme nada, empieza a hablarme de ella. Y de nosotros. Visita el perfil de @relojbarroSi te gusta lo que hacemos en de krakens y sirenas apóyanos con tu voto en los premios 20Blogs.
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