Seguimos. Vamos tirando. Como aquel chiste de uno que se tira desde un piso 20 y a medida que cae se le oye decir “¡¡Por ahora bien!!” Pues eso, por ahora bien. Con poco dolor es más fácil que la sonrisa aflore. La carcajada no tanto porque tampoco es que esté la cosa como para tirar cohetes, aunque al menos si que podemos permitirnos tirar algún que otro petardito. Lo malo son las pesadillas pero en fin, son daños colaterales que habrá que aceptar.
Ahora comprendo porqué cuando se habla del cáncer siempre se habla de “la lucha contra el cáncer”, es una auténtica batalla, realmente. Te ataca por todas partes y de forma muy silenciosa. Cuando yo sentí el primer dolor ya hacía meses que tenía cáncer. Es increíblemente traicionero. Si al menos fuese un enemigo externo podríamos combatir contra él con más armas y más efectivas, pero es un enemigo que está dentro de mí, en lo más profundo de mi cuerpo. Y encima ha sido mi cuerpo el que le ha dado vida. Dicen que lo que no te mata te hace fuerte. En este caso me va a matar.
Hay quien opina que todavía puede ocurrir alguna especie de milagro de la ciencia. Creen que como el cáncer es una enfermedad que ataca a los ricos de la misma manera que a los pobres, no se deja de investigar y hay avances constantemente, así que tal vez todavía esté a tiempo de que se descubra una cura para mí. Yo, la verdad, es que no me lo creo. Sé que hay ensayos clínicos, de hecho parece que voy a participar en uno de ellos próximamente, pero todavía están muy lejos de dar con la tecla.
No sé el tiempo de vida que me queda, pero sí tengo claro que no voy a envejecer. Estoy mentalizado para ello y no me angustia pensarlo. Lo que sí me angustia es pensar en el dolor de los que se quedan con vida pero, a fin de cuentas, que cada palo aguante su vela. Es la mejor forma de no enloquecer. Además también es posible que suceda algo, un accidente de coche o doméstico o lo que sea y no sea el cáncer lo que me quite finalmente la vida, quién sabe. Soy de esos que ha experimentado en sus carnes aquello de que “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”.
Lo que desde luego no voy a hacer es perder la sonrisa. Necesito que mi vida, lo que me quede de ella, sea alegre. Que mi gente me recuerde con ánimo, con fuerza y con energía a pesar del cansancio. Y con mi chica quiero, queremos, que nuestro amor sea feliz y chisposo, optimista, nada de dejarnos llevar por la melancolía o el pesimismo, nada de venirse abajo y ser condescendientes y lastimeros. Al contrario, vitales y enamorados hasta el final, viviendo cada momento intensamente, disfrutando de cada instante con plenitud, armonía y serenidad, gozando de todas las cosas buenas que podamos permitirnos y saboreando el presente para que, en el futuro, no duela recordar el pasado.
Si me permitís un consejo, os diría que intentéis vivir así lo que os quede de vida. Aunque no tengáis cáncer, también vosotros de una forma u otra, estáis a punto de morir.
Porque la vida son cuatro días y hoy es el primero de ellos.
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