A veces eliges los destinos de tus viajes y otras veces, los destinos te eligen a ti. No teníamos previsto viajar a Polonia, pero la boda de un familiar nos llevó a incluir unos billetes de avión a Cracovia en nuestro plan de vacaciones. ¡Ha sido la excusa perfecta para descubrir una ciudad que nos ha sorprendido muy gratamente!
Las opciones para volar desde España son diversas. Nosotros elegimos un vuelo desde Barcelona hasta la ciudad próxima de Katovice. Llegamos de madrugada y temíamos alguna complicación al llegar tan tarde a una ciudad centro europea, donde la gente suele tener hábitos menos noctámbulos que los españoles. Sin embargo (y a pesar de la hora larga de retraso con que nos obsequió la compañía Wizz Air), allí nos esperó paciente el transfer hasta Cracovia -Krakóv, para los nativos- que nos dejó en la estación central de autobús y desde ahí, un taxi hasta el hotel.
Uno de los aciertos del viaje fue el hotel que elegimos Dada Boutique Home Hotel. La enorme habitación de diseño industrial, el ambiente tranquilo, el delicioso desayuno bufet + carta de especialidades y, sobre todo, la ubicación, hicieron mucho más cómoda y agradable nuestra estancia. El hotel se encuentra ubicado en una de las zonas más singulares y animadas de la ciudad: el barrio judío. Es interesante recorrerlo de día por su historia y por la curiosa arquitectura de sus calles, y a cualquier hora del día o de la noche por sus animadas terrazas y bares donde desayunar, comer, cenar o tomar una cerveza -o una copa-.
Ha sido una escapada relámpago, con boda incluida, por lo que nuestro tiempo para hacer turismo ha sido limitado. Hemos dedicado la mayor parte del tiempo simplemente a pasear por Cracovia. Nos han enamorado sus calles, su arquitectura, sus mil iglesias medievales, el parque que rodea como un anillo verde todo el casco antiguo de la ciudad. La gente es amable y es muy sencillo entenderse con todo el mundo en inglés. Salimos de los circuitos turísticos habituales y sólo pagamos entrada para visitar un curioso lugar poco visitado: el Museo de Farmacia. Un lugar encantador.
También hemos disfrutado mucho de sus bares y restaurantes, donde hemos comido de maravilla ya sea en un local elegante dentro de un patio ajardinado -estuvimos en Art Restauracja- como en una sencilla terraza con plato del día. Son geniales para tomar una cerveza los patios interiores de los edificios, acondicionados con terrazas, flores, sombrillas... Suponemos que no serán tan agradables en enero, donde la temperatura media en Polonia es de -5ºC. Pero a finales de agosto tuvimos la suerte de disfrutar de un clima cálido, algo húmedo, y muy soleado, así que esas terrazas a la sombra han sido una bendición. También son una bendición los precios, bastante económicos, en comparación con otros destinos europeos de alojamiento, gastronomía, ocio, etc.
El viaje también tuvo su parte difícil, cuando visitamos los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau, visita obligada para una de nosotras -Licenciada en Geografía e Historia-. En ella añades pocos datos nuevos a lo que conocemos por estudios, películas y documentales, pero sirve para calibrar de primera mano la magnitud de la maldad y la tragedia que allí se vivió hace tan solo unas pocas décadas. Una excursión imprescindible para conocer nuestra historia y no repetirla.
¿Conoces Cracovia? ¡Cuéntanos tu experiencia!