Cuatro israelíes asesinados en un atentado en una sinagoga en Jerusalén

Armados con hachas y una pistloa, los terroristas palestinos entraron en una sinagoga donde perecieron junto con cinco fieles judíos. No se puede decir, en este caso, que la actitud palestina haya sido pacífica, del mismo modo que tampoco es razonable extrapolar el comportamiento de este grupo armado a la totalidad de la población; del mismo modo no es lógico calificar de asesinos a los israelitas cuando la diferencia sustancial con sus vecinos es el modo en que se interactúa con los niños: Los judíos defienden con armas a sus pequeños, mientras numerosos palestinos protegen sus armas con los chiquillos. No se trata de echar más leña al fuego, sino de apagarlo; los cruces de acusaciones sirven para enconar más una situación que lleva un excesivo número de cadáveres a sus espaldas entre la hipocresía de los medios de comunicación y de los políticos occidentales que defienden con la boca pequeña a los más débiles, mientras suministran armas al bando contario, que paga sensiblemente mejor. Que se trate de una situación compleja no implica necesariamente que la negociación sea imposible, siempre y cuando la entendamos como un mecanismo que permite alcanzar acuerdos en los que las dos partes han de ceder lo suficiente para que resulte favorable a todos.