Revista Opinión

Cuatro líneas rápida sobre mi experiencia del 29M en Barcelona

Publicado el 30 marzo 2012 por Eowyndecamelot

Ayer Barcelona era un campo de batalla, y no solo en el sentido en que la caverna mediática lo quiere resaltar, y también fue un campo de sueños. Era el escenario donde mis camaradas y yo nos desplegamos para pedir a la ciudanía condal que abriera los ojos a la realidad desoladora en la que nos había instalado el sistema, que no intentara justificar más lo injustificable y que dejara de ampararse en el miedo, que no relegara en l@s demás la cómoda tarea de luchar por sus derechos, que tomara el gobierno de su ciudad, de su país y de su vida, que se comprometiera con una lucha que era de tod@s y, sobre todo, que apostara por la esperanza, o bien peleara sin ella. Fueron momentos de unión con propios y extraños, de debate, de extrañas coincidencias y de no menos curiosas hermandades, y de triste constatación de que la ira y la frustración siempre acaban cebándose en el que parece más débil, o al menos en el que más se expone. Ayer Barcelona fue escenario de una manifestación continua, ayer la calle era nuestra y nuestro era un poder que, compartido por tod@s, no podía ser lesivo para nadie. ‘Disfrútalo’, le dije a un camarada. ‘El Tiempo de las Cerezas siempre acaba pasando’.

Ayer hubo hermandad, hubo debate, hubo lucha, y hubo rabia. La rabia de quien no tienen nada que perder. Rabia que no justifico, entre otras cosas porque no me parece razonable ni operativa, pero que no podemos negar que es una de tantas consecuencias de la situación. Pero me quedo con una imagen: después de que conseguimos echar a los Mossos de Esquadra de los templos del capitalismo en Barcelona, la Bolsa y el Corte Inglés, este último, cerrado ya, fue asaltado por unos encapuchados. Con perfecta coordinación machacaron los cristales del establecimiento y tiraron un cóctel molotov antes de desaparecer entre la multitud; antes de que el fuego hubiera tenido casi tiempo de prender, los coches de policía cercaron la plaza y comenzó la batalla campal de la que han hablado los medios. Y yo no dejo de pensar que los ojos de esas personas, la única parte de su cara que no ocultaban, mostraban una airada y feroz determinación, muy intranquilizadora, que yo no había visto en ninguno de los piquetes, más o menos radicales, con los que me había topado en todo el día. A partir de ahí, cualquier lectura es posible: yo ya tengo la mía.


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