Buhardilla de la Habana Vieja
Por: Darío Alejandro Escobar
Estoy solo en casa, por primera vez en mucho tiempo. Adoro mi íntima soledad de buhardilla en la Habana Vieja. Llueve, escampa y vuelve a llover, me llega el olor de polvo mojado que sube desde la calle en reparación. Esta vez no importa la suciedad de la calle, de hecho la agradezco, me gusta mucho el olor a tierra mojada. Hago ejercicios de mala gana, por disciplina, y mientras subo y bajo haciendo planchas me pregunto qué habrá hecho el piquete de Fcom en la final del softbol de la prensa. Hubiera querido estar, pero hace rato que salí de la comparsa deportiva de la facu. Estoy solo, caigo en la cuenta de esta maravillosa oportunidad para estar conmigo mismo, sin nadie, ni siquiera Alba, solo yo y yo. Me masturbo, nada especial, solo el orgasmo del día, por disciplina, como los ejercicios. Subo a mi cuarto y apago las luces, mi cuarto es maravilloso, es una buhardilla al mejor estilo decimonónico habanaviejero, excepto por la computadora. La oscuridad me protege, me esconde de mí mismo, de la hipocresía. El Pepe Grillo docente que se ha despertado a última hora me recuerda el proyecto de tesis que debo terminar de escribir. No me importa, hoy debo complacerme, estoy solo. Suena Cold Play, primero X and Y y después Death and all his friends. Mientras escucho Cold Play me invade esa melancolía deliciosa de la tarde noche-noche de sábado lluviosa. Pienso en la poesía, mi frustración, no me sale poesía, solo prosa. Pienso en la Juve, mi querida Juve, ya tengo delantera para la Champions, pienso en Italia y la Copa Confederaciones, han perdido dignamente, más que dignamente, pero es obvio que España es uno de los mejores equipos de la historia. Llega la poesía, malísima, pienso en Cuba, en Juan Orlando, en JO como le dicen todos. Pienso en la prensa, en Fcom, en todos los amigos graduados, en que Trabajadores se lleva tremendo team. Pienso en este cabrón país y cuando leo Juan sin Nada lo comprendo tanto, tanto, o eso creo yo, pero me niego a compartirlo, tengo veinticinco años y un impulso del carajo, pero quizás JO tenga razón. Pienso en él y me avergüenzo, lo negué una vez en tiempos turbulentos, lo negué una vez, no tres como Pedro a Jesús, pero fue suficiente. Concuerdo con Carlitos en que la literatura, la poesía, la cultura tendrá que ser el puente de reconciliación de este país. Leo a JO y me pregunto junto a la gente de Habana Abierta ¿Cuántas mierdas debemos perdonarnos para estar todos en paz? ¿Cómo es posible que a JO no lo publiquen en las páginas periódicas de este país? ¿Hasta dónde hemos llegado señores, hasta dónde? Suena Cold Play y pienso en Londres, en JO, en Byron, en Martí, en Oscar Wilde y en Julián del Casal. Pienso en Martí el poeta, no el guerrero. Cuba me duele y por eso no me puedo rendir a estas alturas. Recuerdo como hace poco, en alguna clase, le comentaba a Zuami que JO me parecía nuestro Heredia del periodismo, no sé, quizás un poco fuerte, quizás no. Los Apuntes Filosóficos del Che me interrogan desde la mesita de noche acerca de cuándo me dignaré de leerlos. Ahora mismo no puedo. Se termina la música, casualmente mi madre acaba de llegar, ya abre la puerta. La realidad me vuelve a dar una bofetada!!!! Viva la vida !!!!!