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Marco Velázquez Cristo.─ Las verdades dichas por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros Miguel Díaz Canel en la clausura del X Congreso de la UPEC, han molestado a un grupito que defiende intereses personales y pensamientos políticos que se alejan de los principios revolucionarios.Lo curioso es que esta nueva chambelona mediática en la que el rico y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha, la han formado algunos que sin que los mencionen se han dado por aludidos, poniéndose el sayo voluntariamente. A confesión de partes relevo de pruebas.
Comprendo que maestros del disfraz político, “paladines” a conveniencia de la “libertad de expresión” y excelsos prestidigitadores mediáticos, no les haya sido grato que el presidente cubano no dejara espacio entre los revolucionarios para los “equilibristas políticos”, que al final no son tales, sino profesantes de ideas ajenas al socialismo que deseamos construir.
Despechados cuestionan la utilización que hizo de la frase ser o no ser, que expresa el personaje de Hamlet en el tercer acto de esa obra de William Shakespeare, según ellos es equivocado citarla para hacer definiciones políticas, cuando no es el sentido que se le da en la obra. Infantil presunción de mostrarse ilustrados y desesperado e inútil intento de restar significación al planteamiento del dirigente que deja claro que no se admiten posiciones ambiguas dentro de las filas revolucionarias, que son inaceptables las medias tintas, algo clásico en sus conductas. Eso los deja sin la posibilidad de forzar su aceptación entre los revolucionarios.
La cita es correcta porque si bien es cierto que Hamlet dice la frase en un soliloquio en que evalúa lo más conveniente entre el suicidio o continuar con vida, a partir de enumerar una serie de problemas y vicisitudes que en ella se presentan, Díaz Canel, que no duda como el personaje, sabe que admitir a caballos de Troya es un suicidio y decide sin titubear por la vida cerrándoles las puertas de las murallas que dan acceso a las filas revolucionarias. Espero que el culto crítico del presidente comprenda que el equivocado es él.
Es interesante como en busca de construirse una imagen de víctimas, acusan al estado de ser supuestamente excluyente e intolerante, de perseguirlos, cuando en realidad son ellos los que procuran mediante un proceso al que Antonio Gramsci, definió como guerra de posiciones, cuya esencia consiste en intentar conquistar progresivamente espacios de poder en diferentes sectores vitales de la vida política y social del país, eliminar la influencia y capacidad de control del estado sobre estos. Una buena parte de lo que escriben va dirigida a eso.
Para estos personajes, herejía es sinónimo de revolucionario un craso error conceptual, fruto de la pretensión de querer justificar sus posiciones antagónicas a las verdaderamente revolucionarias. Al margen del disparate y la mala intención, si todos nos volviéramos herejes, ¿Qué unidad podría existir?, sería el caos y el fin de la Revolución. No lo dicen pero lo que quieren es bajo la divisa de la herejía fomentar la desunión.
Se declaran hijos bastardos de la revolución, esto encierra la intención de presentarse como rechazados y privados de los derechos que según ellos les corresponden como “revolucionarios”. La Revolución cubana ha sido un proceso incluyente que a todos nos ha dado la oportunidad de ser útiles a la patria. Los que se han autoexcluidos son los Judas Iscariote que han renegado de los valores y principios en que ella los educó.
Quizás por ignorancia o cegados por la mala fe no se hayan percatado que la palabra bastardo tiene múltiples acepciones. La primera que aparece en el diccionario de la Real Academia de la lengua española es: “que degenera de su origen o naturaleza” y degenerar significa: “Decaer, perder la calidad, características y virtudes originales”. Existe además una especie de serpiente cuyo nombre común es Culebra bastarda. Pretendiendo distorsionar la imagen y actuación de la Revolución han concluido dibujándose a sí mismos.
El presidente cubano en su discurso citó textualmente fragmentos del artículo de Manuel Enrique Lagarde titulado, “Los nuevos revolucionarios”, entre los cuales incluyó el siguiente, “…Los nuevos revolucionarios juran y perjuran que no son asalariados del pensamiento oficial, pero aceptan becas en universidades de Estados Unidos o reciben cursos de periodismo en Holanda, donde seguro les enseñan a defender el socialismo en Cuba. Debemos presuponer que tales cursos y becas son gratuitos”.
Inmediatamente atribuyeron esa verdad dicha con fina ironía al odio hacia dos de ellos, les preguntó, ¿Honradamente creen que en esas becas y cursos enseñan a defender a la revolución cubana y que son gratuitos?
Carece de sentido suponer que Lagarde al escribir ese párrafo y Díaz Canel al citarlo lo hayan hecho llevados por el odio y la aversión hacia dos personajes que nada representan en el espectro político de Cuba y que solo sirven para demostrar los métodos que utiliza el enemigo para tratar inútilmente de subvertir el orden interno del país.
Uno de ellos ha manifestado su deseo de ser presidente, pero al parecer al ver esa posibilidad demasiado lejos, ahora pretende ser asesor del presidente, dos aspiraciones irrealizables. Según conocidos suyos vacaciona en Perú novia incluida con el dinero de sus “ahorros” y hasta ha cenado con un terrorista en New York y aclaro que lo dice el propio violento”. Quizás mañana “ahorre” un poco más y pueda hacerlo en la Rivera Francesa junto a este.
Para algunos de ellos es horrorizante que le digan que son asalariados del pensamiento oficial, aunque en el pasado se hallan ufanado de ello e incluso con su creación artística hayan contribuido a su formación. Pero bueno, los imprescindibles son los que luchan coherentemente toda la vida, los que mantienen la profunda convicción de que a pesar de los pesares Cuba Va, los necios de corazón, como dijera Alí Primera, “…para amanecer no hacen falta gallinas sino cantar de gallos…”
No es deshonroso ser asalariado del pensamiento oficial, denigrante es ser asalariado de los enemigos de la patria.
El pensamiento de estos “ofendidos revolucionarios” al parecer torció el rumbo y se perdió del Morro hace rato, quizás porque su brújula política perdió el norte magnético de la revolución y comenzó a apuntar al geográfico. El que no sean avezados navegantes políticos, solo grumetes no justifica que no se hayan percatado a conciencia de ese error.
Hay que aclarar que este grupo en el que meten las narices algunos que no son cubanos y no faltan los perfiles falsos, en el escenario físico carece de representatividad e influencia y su algarabía solo se escucha en la internet, y si escribo sobre sus disparatados arranques paranoicos es para que comprendan que en el escenario mediático siempre encontraran la respuesta adecuada a sus hipócritas pataletas.
El que el presidente cubano suscriba las ideas que expone Manuel Enrique Lagarde en el artículo que cita, tiene y en eso estamos de acuerdo con los atribulados “revolucionarios” un alto significado, que es, que nosotros tenemos la razón y ellos para hacer honor a la mesura cuando menos están equivocados.
¿Cuánto hubiesen dado porque fuera uno de ellos el citado?
Mucho, estarían eufóricos, realizados, lanzando campanas al vuelo, cantando triunfo, pisoteándonos sin compasión mediáticamente y haciendo llover sobre nosotros los más ofensivos epítetos.
Pero los revolucionarios no somos gentes de odios, ni de sentimientos mezquinos, por eso concluyo parafraseando un fragmento del poema, “Mi venganza personal” del fallecido comandante sandinista Tomas Borges, “…Implacables en el combate siempre hemos sido y más firmes y generosos en la victoria”.