Norelys Morales Aguilera.─ La tranquilidad que reina en Cuba tras los disturbios del 11 de julio no la pueden negar los paraperiodistas ni las legiones de bots, cuentas falsas y operadores en redes. Eso sí, la manipulan. No importa que la indignación generalizada sea contra el bloqueo y contra los vándalos que fueron capaces de agredir una sala médica para niños en Cárdenas, Matanzas. Nada de gente en las manos con garrotes como le dice al mundo la mentirosa de Yoani Sánchez.
No ha habido títere con cabeza, como reza el refrán, cuando se trata de agredir en redes y medios. Dividir, sembrar zozobra, correr bulos es una misión que no cesa aún y que de alguna manera ha sido el pan de cada día en Cuba, desde antes de la megacampaña en desarrollo.
Entre opinadores y supuestos expertos en economía cubana, ha tenido que entrar la tesis del embargo, que es bloqueo, pero al hacerlo deslizan con "certeza" la aseveración "incontrastable" de que el gobierno y con él la gente cubana, aunque no lo quieran, son los responsables.
El bloqueo no sólo asfixia a la isla sino que oculta las responsabilidades reales de las carencias que sufre la población, ha escrito la doctora Ángeles Diez.
El asunto de fondo es que Cuba se empeña en construir el socialismo, tiene fórmulas socialistas, querría compartir los panes y los peces y eso produce la alergia neoliberal, fanática anticubana y terrorista en Estados Unidos y sus aliados.
Si alguien lo duda debiera preguntarse por qué el ataque a las vacunas cubanas y el silenciamiento a la noticia de que la vacuna Abdala en su ensayo fase III mostró una eficacia del 100% para prevenir la enfermedad sistémica severa y un 100% para la prevención del fallecimiento en el grupo vacunado, es decir, que en los participantes en este ensayo clínico, nadie enfermó de manera grave y ninguno murió.
Y, hay algo cardinal: si Cuba ha logrado tal hazaña en las condiciones que lo ha hecho qué más haría si la dejaran hacer, siquiera flexibilizando algunas de las medidas aviesas que puso la administración Trump y que el ladino Biden no se atreve a tocar.
Quisiera que uno de los intelectuales, intelectualoides, opinólogos y concejeros de café con leche pueda probar sus teorías inundadas de cifras torcidas y comparaciones odiosas. O mejor, que hagan análisis desprejuiciados, pero saben que son como el combustible para un huracán, que no se ve pero está en la temperatura del mar.
En la tranquilidad del hogar o bregando contra las escaseces en las calles, haciendo lo que se puede y hasta lo indecible, millones de cubanos combaten la pandemia con la íntima certeza de derrotarla. Otros están en los campos o las fábricas. Es un ajetreo sereno, imposible de abarcar con la mirada. La gente está a la espera.
A la espera confía el pueblo cubano en sus nuevas victorias, es que está en los genes cubanos no rendirse porque se cree en algo que nos rebasa. Pero, he podido constatar la certeza de que se ciernen graves amenazas y que la Patria está en peligro. Ante eso habrá que ver quién tiene miedo, si la gente de buena voluntad o los vándalos de todo tipo, instigados.