Original: El Estornudo
Es sábado en la tarde y Rodríguez está en la sala de su casa en short y sin camisa. Tiene un trago de ron en la mano. Ve un partido de la liga española de fútbol que transmite la televisión cubana junto a su primo y dos vecinos. A un par de metros del televisor hay una mesa de madera, en ella, una botella Havana Club 3 años con varios vasos de cristal, una lata de refresco de Cola y un plato plástico con chicharrones. También hay dos cajas de cigarros marca Popular, una de ellas con filtros.
Messi anota un gol para el Barcelona. Minutos después, la mesa retumba. Es el celular de Rodríguez que vibra y hace menear con cada timbre a la botella y los vasos de cristal. El plato con chicharrones ni se inmuta.
Rodríguez toma el celular y le mira la pantalla. Su rostro cambia. Se va al balcón y habla unas pocas palabras. Cuando termina la llamada, se va directo al cuarto. Sale con pantalón y pulóver puestos. “¿A dónde vas?”, le pregunta el primo. “Tengo que ir a trabajar, publicaron un artículo sobre Cuba en Internet y habla mal de Fidel”, le contesta Rodríguez.
Rodríguez no se llama Rodríguez y es un oficial del Ministerio del Interior aunque siempre viste de civil. Trabaja en un departamento de esa institución que prefiere no decir, pero que según él “se dedica a velar el ciberespacio cubano”.
“Nosotros no atacamos ni hackeamos las cuentas en las redes sociales ni los sitios webs, solo estamos pendiente de lo que se publica sobre Cuba en Internet. Lo que hacemos es revisar continuamente las matrices de opinión y en caso de que sean negativas, ripostamos con los cibercombatientes”, dice Rodríguez.
Diariamente, Rodríguez y su tropa se encargan de navegar y buscar las publicaciones más polémicas y subversivas relacionadas con Cuba. Cuentan con una lista que agrupa a los blogs, las agencias y medios de prensa extranjeros, los sitios webs de la prensa no estatal y los de la oposición, así como las personas naturales de interés en las redes sociales que son “más insidiosas”.
Rodríguez tiene tres perfiles en Facebook. El real: donde no publica casi nada y que solo utiliza para no perder el vínculo con sus amigos que se han ido del país. Y dos falsos: “que con ellos defendemos las posturas de Cuba a quienes intentan denigrar la imagen de la Revolución”, dice el oficial.
En el último período ordinario de debates en el parlamento cubano, Maimir Mesa, Ministro de Comunicación, deslizó algo sobre el tema cuando dijo ante el plenario: “el desarrollo del sector debe convertirse en un arma para la defensa de la Revolución y para garantizar la ciberseguridad frente a los riesgos y amenazas de todo tipo”.
Luego añadió: “para lograrlo deberán implementarse un grupo de acciones, como instrumentar el sistema nacional de seguridad y perfeccionar los mecanismo de gestión”.
Según Rodríguez, denigrar la Revolución es “desde un post que critique alguna medida del gobierno, como por ejemplo la situación del transporte urbano, o el enjuiciamiento público de alguna de las figuras del gobierno cubano o cualquier comentario a favor de los Estados Unidos”.
Rodríguez, además, tiene dos cuentas falsas en Twitter, otra falsa en Instagram y una en Google plus, pero esta última nunca la ha usado. “Yo no tengo tanta actividad en las redes sociales pero mis subordinados sí. La mayoría de ellos tienen varias cuentas en cada red y están constantemente posteando. No se trata solo de responder, sino también de mostrar lo que es Cuba, dar a conocer nuestros logros, no hay que esperar a que nos den para dar”, dice Rodríguez y se niega a contabilizar la cantidad exacta de cibercombatientes que dirige.
Lázaro Benítez, oficial de la Dirección Técnica y de Servicios del Ministerio del Interior, dice: “Los cibercombatientes es hoy una de las principales misiones del país. Internet es un campo de batalla más y ahí tampoco podemos dejar que nos penetren”.
Los “guardianes” del ciberespacio cubano no solo existen en el Ministerio del Interior. La mayoría de las instituciones estatales cubanas también realizan la misma labor añadiéndole al objeto social de sus trabajadores la misión de “combatir” en Internet.
Sonia Cot hasta hace bien poco trabajó durante dos años en el Tribunal Supremo Popular de Cuba y fue una de los fundadores de la brigada de cibercombatientes de esa institución.
“Todo comenzó con una reunión donde escogieron a las personas más capacitadas políticamente y a los que tenían el conocimiento adecuado para poder limpiar la imagen de la justicia y los tribunales cubanos en Internet”, dice Sonia.
Cot también cuenta que los primeros escogidos fueron los jueces y que luego se fueron sumando algunos jóvenes, que los informáticos le facilitaron el acceso a Internet a los seleccionados y que después les entregaron unas listas con los medios de comunicación que más trataban el tema.
“Teníamos que hacer informes de lo que habíamos encontrado negativo en Internet y de cómo habíamos respondido. Me di cuenta que se dicen muchas mentiras de Cuba”, dice Sonia.
En el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) sucede igual. Ricardo Gálvez es anestesiólogo del hospital Calixto García y dice que desde principios de año “a todos los trabajadores de la institución nos han dicho que el estado cubano pide nuestra colaboración para combatir en Internet a los contrarrevolucionarios”.
Gálvez se refiere a una resolución interna de su ministerio emitida y que se filtró a la prensa internacional el pasado 31 de enero por Alfredo Rodríguez Díaz, director de informática y comunicaciones del MINSAP. En una de sus líneas, el documento dice: “Es misión de los activistas y cibercombatientes estar alertas ante la divulgación de noticias que puedan afectar a la Revolución”.
Otro de los objetivos de los cibercombatientes es insertarse en la llamada blogosfera cubana y desde allí posicionar mensajes alegóricos a la Revolución y participar de manera activa en los debates públicos que tienen lugar en ese escenario.
“No se trata solo de rebatir lo malo, sino de aportar y ayudar a los blogueros a no desvirtuarse, se trata de evitar por todos los medios de no mostrar al enemigo nuestro lado flaco”, dice el oficial Rodríguez, que a diferencia de las redes sociales, si mantiene actualizado con periodicidad un par de blogs en los que por ningún lado sale su verdadero nombre.
“Entre nosotros y el resto de las instituciones que trabajamos en conjunto en esta tarea del país tenemos decenas y decenas de blogueros insertados en la blogosfera”, dice Rodríguez.
En pleno verano en Cuba, Rodríguez siempre lleva un abrigo. O amarrado a su cintura o cruzado por todo el torso con un nudo en las mangas. Donde sea que trabaje, debe arreciar el frío. Dice que “todo se hace en una sala de navegación” y agrega que “no es la única del país”.
Raiko Hernández, quien formó parte de las brigadas de cibercombatientes de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), lo confirma.
Graduado en 2012 de la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI), academia fundada por Fidel Castro en 2002 como parte de una campaña política denominada “Batalla de ideas”, Raiko dice que “trolear era parte de nuestra universidad, no una asignatura, pero si un pedido de la dirección”.
Alina Entenza se graduó en la UCI y decidió quedarse impartiendo clases en la propia universidad. Lleva 4 años trabajando en uno de los claustros de profesores. “Hoy en Internet se libra una de las batallas más importantes de nuestros tiempos y nosotros en la UCI tenemos esa responsabilidad. Los cibercombatientes no son más que los nuevos revolucionarios cubanos”, dice Entenza.
Cuando Hernández cursó sus 5 años de carrera, la UCI no era la ciudad escolar deteriorada que es hoy. “Teníamos todas las condiciones, comida, tecnología, buenos dormitorios y estábamos descubriendo Internet. Lo que nos pidieran, lo íbamos hacer. Nos dieron una PC, conexión y nos dijeron: esto es una operación y cada dos días, al menos durante una hora hablen bien de Cuba y fájense con los que hablan mal. Para nosotros eso era un juego”, dice Raiko.
La UCI es una universidad diseñada para que sus 10 000 estudiantes produzcan softwares y servicios informáticos a partir de la vinculación de la docencia y el trabajo como modelo de formación. De ahí que cuente con decenas de laboratorios repletos de computadoras conectadas a Internet.
“Habían algunos laboratorios a los que no teníamos acceso y al que solo iban profesores y gente del Partido. Oí a varias personas decir que de esos laboratorios salían las directrices que el Ministerio de Comunicaciones ponía en práctica con la ciberpolicía”, dice Raiko.
Meses atrás, el cantautor Silvio Rodríguez sufrió un percance y publicó en su cuenta de Facebook: “Desde ayer en la tarde no tengo servicio de Internet personal. Coincidentemente han llamado a Ojalá -su sello discográfico- del Ministerio de Comunicaciones para informarnos que hemos sido seleccionados para una inspección. Nos han comunicados que además vendrán con la ORI (nos aclaran que es una suerte de policía informática). Espero continuar el blog en breve”.
Más tarde agregó: “La interrupción de mi internet personal fue un cable roto que ya me arreglaron. Veremos en qué consiste la inspección a Ojalá y que nos dice la policía del ciberespacio….”.
En el debate sobre la tecnología y la informatización del país en el último pleno de la Asamblea Nacional, Miguel Díaz-Canel, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros y supuesto sucesor de Raúl Castro en febrero próximo, dijo: “los enemigos de la Revolución desarrollan una hostil campaña para presentar a Cuba como un país desconectado”.
Una declaración desfasada y, evidentemente, permeada por la retórica impostada y ancestral que históricamente ha embarrado de fango a los políticos cubanos. Los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) demuestran que Cuba -isla de más de 11 millones de habitantes- sí es aún un país desconectado porque solamente acceden a internet de manera legal cerca de 4 millones de usuarios en la nación, además de que alrededor del 7.1 % de los hogares están conectados a la red.
No obstante, Díaz-Canel aseveró que “en 2016 la nación tuvo un crecimiento considerable en la penetración de internet de un 346 %, lo que expresa la voluntad política del Gobierno para avanzar en esta esfera, en un contexto complejo”.
Con esas cifras, el vicepresidente cubano no engaña a nadie. Sus números están sustentados por la reciente puesta en función de más de 630 salas de navegación y más de 370 sitios públicos con conexión inalámbrica WiFi.
Pero lo que Díaz-Canel no dijo y todos sabemos, es que ese salto cualitativo es una obviedad, cálculos que contemplan el inicio de un período donde no había nada y ahora hay un buchito. Y por supuesto, si se sacan cuentas al inicio de un proceso de alumbramiento, los resultados siempre serán los astronómicos números que solo apuntan en sus agendas y luego memorizan los asesores de los señores que gobiernan Cuba.
En una nación donde el salario promedio estatal de un ciudadano es de aproximadamente 740 pesos cubanos -equivalente a 30 dólares mensuales- y una hora de Internet cuesta 1.50 dólares en las zonas WiFi, cada mes Rodríguez tiene que informarles a sus superiores las personas naturales y los medios de prensa que más daño le están haciendo a la imagen de Cuba y los temas que tienen que intentar posicionar en las redes sociales con las distintas brigadas de sus cibercombatientes.
“Siempre la etiqueta de #Cuba es trending topic y está bien respaldada en las redes, ese es nuestro trabajo”, dice el oficial Rodríguez, sin aclarar que su vigilia, “su batalla en Internet”, es con el fusil potente que le ha otorgado gratis el estado para acribillar sin piedad a la libertad y a los desguarnecidos que separan cada céntimo de salario para comer, bañarse y ahora -2017- conectarse en un parque bajo un triturador sol o en la noche oscura.
Lo de siempre.
David contra Goliat.