Por Stella Calloni
La sensación es de frescura, autenticidad, ternura en muchos momentos, y en todos y cada uno de los testimonios una dignidad que invade la sala de proyección del excelente documental “Cubanas: Mujeres en Revolución” realización de Maria Torrellas, producida por Resumen Latinoamericano, que logró llegar ya a 30 años desde su primera edición, algo más que digno de festejar, porque es una luz en medio del oscurantismo del terrorismo mediático.
Magnífica fotografía como también la selección musical, la dinámica que mantuvo esa irradiación de alegría, de esperanzas en un mundo que SÏ puede ser, que está allí en una isla pequeña territorialmente, pero inmensa en su significación política y su ejemplo. Una isla en medio del Caribe esplendoroso y sufrido a la vez, sometida a un bloqueo de más de medio siglo, un sitio del Medioevo en pleno siglo XXI, impuesto por la potencia imperial más grande del mundo a sólo 90 millas de sus costas.
El imperio que mantiene ocupada colonialmente una parte de ese territorio de mujeres y hombres libres: Guantánamo, donde mantiene una base militar, ahora campo de concentración y laboratorio de torturas, como una afrenta a este maravilloso pueblo, capaz de las solidaridades más hermosas, que es dar lo poco que se tiene a los que más lo necesitan.
Es allí donde estas mujeres, jóvenes, ancianas, niñas, nos transmiten la esencia de lo que es un auténtico proceso revolucionario. Una red de hechos, de amores, tejida durante años, en la heroica resistencia, donde la mujer es el alma, el ánima de esa revolución, que conmueve cada vez más en este período del regreso de guerras coloniales, de ocupación de países, como si estuviéramos comenzando de nuevo la historia ya vivida.
El mundo duramente incierto se hace liviano en la voz de estas mujeres, heroínas todas y cada una de ellas. También es importante la sencillez y respeto de María, como entrevistadora. Un ejemplo, un modelo del periodismo ético, el periodismo que indaga con mirada aguda, pero tierna, que sabe buscar la humanidad perceptible en cada una de sus entrevistadas, sin golpes bajos siempre inútiles.
Por primera vez hemos visto a algunas de las mujeres más recordadas de Cuba, como Celia Sánchez, Haydee Santa María, Vilma Espín, en sus fotos de niñas, de jóvenes rebeldes, de luchadoras en la Sierra Maestra o en las clandestinidades de aquellos años, luego convertidas en dirigentes, que nunca descansaron detrás del sueño de los hombres y mujeres nuevos, que ellas supieron encarnar.
Hay verdaderos hallazgos en el ritmo de la filmación, que no da tregua y que derrama autenticidad y frescura en cada plano lo que hizo posible que los más de cien minutos que dura la película transcurrieran con la levedad de un río que busca su quietud, como dice el Popol Vuh.
Hay magia en cada recuerdo. Pasan ellas, como Mariela Castro, Zuleica Romay una extraordinaria figura de estos tiempos, escritora excelente, médicas, maestras, músicas, abogadas, científicas, bailarinas, cantantes, periodistas, militares, mujeres siempre.
Se revela en cada testimonio la fuerza de la revolución, la verdadera identidad de la revolución cubana en varias de esas mujeres que estaban condenadas por distintas razones de miseria, de racismos tan duros de superar, condenadas a no salir de los verdaderos campos de concentración de la pobreza, el olvido y la exclusión, del colonialismo.
Fue la revolución, fueron esas muchachas y los muchachos barbudos que bajaron de la Sierra Maestra, un primero de año de 1959, acompañados por un pueblo que decidió liberarse de la carga colonial, de no ser, de no pertenecer, de la sumisión y la injusticia.
En cada palabra reveladora, vamos aprendiendo más que en decenas de libros. Es la esencia profunda de un proceso revolucionario auténtico, natural, propio, nacido como continuidad de una historia de lucha anticolonial que perdura en el tiempo.
“Sin la revolución no habría podido ser lo que soy”, dice una médica, nacida en el medio de la nada en un bohío perdido. Vemos la fuerza y el coraje de cada una de los y las dirigentes, ejemplos de humildad, frente a tanto individualismo, egocentrismo y vanidades. .
Excelente la selección de archivos, que nos detienen no sólo en esos tiempos duros de la lucha, en los momentos difíciles, sino en la vida cotidiana de cada uno de los que serían los dirigentes revolucionarios. Una vida común, pero una vida entregada a defender esa revolución, que se fue haciendo entre todos, en un enorme acto de creación colectiva. Es además el mejor homenaje que se puede hacerle al querido comandante Fidel Castro Ruz. .
Sólo quiero agradecer a María y los compañeros todos que participaron en este proyecto por entregarnos la verdadera belleza de esas vidas humanísimas, vidas en revolución permanente, donde no existe una sola palabra de odio, donde el ser humano se hace hermoso en lo colectivo, en lo solidario, en la eterna siembra de dignidad, que se nos muestra en todo momento. Esta película ya está haciendo historia y nos hace soñar nuevamente con el futuro libre que se merece Nuestra América, y nos alienta en la esperanza de ser verdaderamente mujeres en revolución. Mujeres libres y auténticas.