
Sin embargo, ¿de verdad era necesario utilizar esos tonos estridentes, ese rosa Barbie, esa imagen propia de una novela de chick-lit? Y lo peor: en el libro no se narra ninguna escena en la que le tomen las medidas del vestido a una chica joven; en realidad, el "baile" no deja de ser una excusa para desarrollar otros temas. Una cosa es modernizar una imagen y otra disfrazar la obra de lo que no es. Esto último es doblemente perjudicial: por un lado, comete un crimen contra la esencia del libro (y esto no nos gusta nada a los seguidores de la autora); por el otro, engaña a los compradores que pretende captar. ¿Realmente compensa? Quizá se vende más -porque la literatura juvenil y el género chick-lit tienen un público más amplio que el de los lectores de clásicos rescatados, de eso no hay duda-, pero transmite una idea equivocada y, a la vez, se aleja de los lectores que de verdad pueden disfrutarlo, porque al verlo en la librería sin saber nada de la autora jamás sospecharían que este libro se escribió en los años veinte.
A mi parecer, esta cubierta es un claro ejemplo de un error editorial, puesto que estoy convencida de que se podría haber hecho atractiva y moderna sin recurrir a la estética propia del chick-lit. Los libros de Enid Blyton que citaba antes son un caso muy diferente, porque siempre se han considerado obras dirigidas al público infantil y lo que se ha cambiado es el diseño de los personajes; no se han disfrazado de otro género. Los más nostálgicos echan de menos a los originales, pero no puedo decir que lo considere un atentado contra los libros.
Seguro que todos recordamos los clásicos que se reeditaron con cubiertas que imitaban las de la saga Crepúsculo (y no solo la imagen, sino también la redacción de la sinopsis) durante el boom de los vampiros. Esto plantea, una vez más, el eterno dilema: ¿merece la pena utilizar cubiertas que no se adecúan al contenido para