Revista Coaching

Cuentame un cuento...

Por Ipiera68 @Iciar_Piera

 

"Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más" Paul Auster, escritor.


Siempre me han gustado los cuentos, desde pequeña. Creo que a la mayoría de nosotros nos encantan las historias. Hemos crecido con ellas y algunas todavía permanecen en nuestra memoria a pesar de los años transcurridos. 
Hace poco menos de un mes y como consecuencia de una de esas asociaciones que guardamos en nuestra mente me acordé de una poesía de Rubén Darío que me encantaba. Me la sabía de memoria y a día de hoy todavía podría recitarla de carrerilla. Siempre que me acuerdo de ella me viene una sonrisa a la cara. Supongo que en el fondo yo quería ser como esa Margarita del poema, una princesa intrépida que vivía en un país exótico donde los elefantes eran algo habitual, que fue en busca de su estrella...
La semana pasada fue mi cumpleaños, 44 años, y esa niña a la que le encantaban los relatos y los cuentos de hadas todavía está aquí a mi lado. Es ella la que hoy quiere regalarme, y regalaros, un pedacito de su esencia.
A MARGARITA DEBAYLE
Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar: tu acento. Margarita, te voy a contar un cuento.
Éste era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha del día y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita como tú.
vió una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla, y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella  que la hacia suspirar.
Y siguió camino arriba, por la luna y más allá; más lo malo es que ella iba  sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho? Te he buscado y no te hallé; y ¿qué llevas en el pecho, que encendido se te ve?"
La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad: "Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad."


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