¡Qué ilusión hace leer un libro que te envuelve como una mantita en pleno invierno!
Estaba convencidísima de que la primera novela de Mónica me iba a gustar, precisamente porque sé que el libro estaría bien escrito, como así ha sido y, aunque la historia sea muy sencillita, me parece que está rebosante de encanto.
Todo comienza con el aterrizaje de varios helicópteros americanos en el campo de Cesare durante una, hasta entonces, tranquila noche de invierno; helicópteros llenos a rebosar, como es de suponer, de soldados americanos. En medio del caos y del estruendo de los aparatos, los aldeanos de Mic-Napoca salen de sus rutinarias vidas para ver cómo el capitán Denninson instala a sus hombres en el citado campo y exige hablar con el representante del pueblo.
Tras este impactante inicio, volvemos atrás unos días, justo cuando Gracia regresa desde Londres a este pueblecito transilvano, que ni siquiera aparece en todos los mapas. Grace está pensando en dejar su vida de cirujana de éxito en Londres para quedarse en Mic-Napoca, pero aún no sabe si está huyendo o en realidad está dando un paso hacia delante para cambiar una vida que, cree, hasta ahora no le aportaba demasiado. Sus abuelos la esperan con los brazos abiertos, encantados de que haya vuelto ya sea para las vacaciones de Navidad o para quedarse el tiempo que le apetezca -aunque no acaban de creerse eso de que quiere quedarse, como es lógico-, y lo mismo ocurre con su padre, que es el médico local y que estaría encantado de tenerla con él en la consulta. Además, pronto vendrá su hermana menor a pasar las fiestas, y llegará cargada de sorpresas.
Durante la primera parte de la novela iremos conociendo a cada personaje del pueblo incluida la mula de Cesare, el locutor de radio más dicharachero de Mic-Napoca y el cotilla del farmaceútico. Incluso Gracia tendrá tiempo para hacer nuevas amistades, como el pequeño Nikolai, el nieto de sus vecina, pues los días en este rincón transilvano parece que invitan a las gentes a reunirse frente a una tacita de té, mejor si es acompañada de algún dulce bien rico. Y justo cuando parece que todo se volverá rutinario, ¡llegan los soldados! Pero de esto ya no voy a contar nada más porque sería desvelar demasiado, y es una historia que tendréis que descubrir vosotros mismos.
Ya os he dicho que es una historia muy sencilla, pero Mónica ha conseguido que, con cada palabra, uno se sumerja más y más en este invierno transilvano donde la nieve viene precedida del más absoluto de los silencios. Los personajes son entrañables, incluso los que nunca llegamos a conocer del todo, como a Georghe o a Teresa; algunos guardan secretillos más o menos sorprendentes y otros nos dejarán sin aliento, como el capitán Denninson. Eso sí, todo escrito con una gracia especial y con unos diálogos absolutamente geniales, de esos que hacen de la lectura un auténtico placer.
Sí tiene algún fallo, sí, y es que es demasiado corto. Es un hecho innegable, y solo por ello ya le quitaría un punto, que de verdad que nunca se lo he dado a un libro tan cortito -puntualizo que aún no tenía mi ránking de libritos cuando leí Carta de una desconocida-, pero hombre, es que este libro lo ha escrito Mónica y, seamos sinceros: no encotrar ni un fallo aparte de la extensión y encima disfrutar muuuucho de la historia, se merece un 5, ¿verdad?
En definitiva, es uno de esos libros medicina que uno lee con una sonrisa permanente, de los que se disfruta cada palabra y cada personaje y que, aunque no tenga grandes dosis de acción y suspense, te engancha. Porque uno se engancha a las historias bonitas y sencillas que nos hacen un poquito más felices.
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