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Cuéntamela otra vez/XIII

Publicado el 29 junio 2010 por Diezmartinez
Cuéntamela otra vez/XIII
Hace varias semanas se estrenó en la cartelera comercial mexicana Pesadilla en la Calle Elm (2010), remake del clásico gore-film ochentero Pesadilla en la Calle del Infierno (A Nightmare on Elm Streer, EU, 1984). Tenía toda la intención de revisar el refrito, protagonizado por el buen actor Jackie Earle Haley en el papel del inmortal pedófilo y asesino de infantes Freddy Krueger, pero una lectura rápida de lo que escribió la crítica estadounidense sobre la cinta enmetacritic.com me quitó todas las ganas de gastarme mi dinerito. Una calificación general de 35 sobre 100 y ni una sola reseña positiva de alguien que yo respete –si exceptuamos la de Richard Corliss, de la revista Time- me hizo decidir que mejor volvería a ver la película original y dejaría la malograda copia para dentro de un año, cuando la programen en la tele.
Pesadilla en la Calle del Infierno, sexto largometraje de Wes Craven, significó la consagración industrial definitiva del cineasta nacido en Cleveland, quien a partir de esta cinta se volvería una de las figuras inevitables del cine de horror contemporáneo. Es cierto que antes había dirigido la fantasía revanchista La Última Calle a la Izquierda (1972) y la más perturbadora aún La Colina Tiene Ojos (1977), pero Pesadilla…, con su freudiano mundo de sueños, violencia, sexo y muerte, se convertiría en un clásico instantáneo que merecería –es un decir- una serie de secuelas lamentables que convirtieron al protagonista criminal, el pedófilo cara-chamuscada Freddy Krueger, en una figura más chistosona que amenazante.
En todo caso, la original Pesadilla en la Calle del Infierno conserva intacta su fuerza subversiva. La adolescente Nancy Thompson (Heather Langekamp) es acosada en sus pesadillas por un extraño personaje con dedos-de-tijera. Su novio Glen (jovencísimo Johnny Depp), su mejor amiga Tina (Amanda Wyss) y el novio de ésta, Rod (Jsu Garcia), comparten más o menos los mismos sueños. Muy pronto, mediante la confesión de su alcohólica madre Marge (Ronee Blakley), Nancy descubrirá la verdad sobre ese personaje siniestro de sus pesadillas: se trata de Freddy Krueger (Robert Englund), un pedófilo asesino que fue ultimado por un grupo de respetables padres de familia de la comunidad. Varios años han pasado de esto y, al parecer, Freddy ha regresado para tomar venganza en los hijos de quienes lo mataron. Así, atacándolos desde el subconsciente de estos muchachos, desde sus sueños lúbricos, desde sus deseos sexuales, Krueger no ofrece reposo alguno. Dormir plácidamente significa la muerte inmediata.
El conteo de víctimas de Krueger no es muy alto para los estándares contemporáneos, pero la forma en la que ejecuta a cada una de ellas es cada vez más espantosa, hasta llegar a la memorable orgía sangrienta en la que muere el noviecito santo de Nancy, el blandísimo Glen. Krueger, por supuesto, no se contenta sino con el plato fuerte: la heroica Nancy, quien será la única que tendrá las agallas para resistir las burlas, los juegos y el sadismo del pedófilo asesino.
El horror propuesto por Craven en esta cinta está lleno de imágenes sexuales perturbadoras, desde el teléfono que se convierte en depravada lengua besucona, hasta esa cama que se transforma en una descomunal abertura vaginal y en una enorme fuente de sangre, pasando por ese inesperado menage-a-trois en el que interviene Krueger para dejar su recuerdito en el cuerpo mutilado de la adolescente jariosa Tina.
La influencia de Craven en el cine de horror que vendría no se discute. Lo malo es que nada de lo que siguió le llegó a los talones de esta Pesadilla en la Calle del Infierno. Sólo él mismo, varios años después, lo igualaría, aunque desde una perspectiva un tanto diferente. Me refiero a Scream (1996), por supuesto.

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