Revista Cine

Cuéntamela otra vez/XVI

Publicado el 05 octubre 2010 por Diezmartinez
Cuéntamela otra vez/XVI
Tenía más de 20 años que no veía El Poder y la Avaricia (Wall Street, EU, 1987) completa. Desde el momento del estreno nacional, de hecho, en abril de 1988. Ahora, ante la aparición de su tardía secuela, Wall Street, el Dinero Nunca Duerme (Wall Street: Money Never Sleeps, EU, 2010), resultaba obligada la revisión de la película que le hizo ganar su Oscar como Mejor Actor a Michael Douglas.

La cinta se sostiene bien todavía, debo admitir. La historia no es más que un melodrama de crecimiento juvenil, en el que un joven corredor de bolsa, Bud Fox (Charlie Sheen, nunca del todo convincente), es seducido y llevado al lado oscuro de la fuerza del dinero por el Darth Vader de Wall Street, el desalmado especulador Gordon Gekko (Douglas, muy efectivo). Al final de cuentas, Bud tendrá la oportunidad de redimirse y le dará la espalda a su perversa figura paterna para encarnar los valores que le enseñado su honesto papá sindicalista (Martin Sheen, espléndido).

La trama es todo lo convencional y previsible que uno quiera –aunque eso sí, el final es sorprendente por lo anticlimático- pero la cinta está llena de buenos momentos: la secuencia de créditos inicial con Sinatra cantando “Fly Me to the Moon” en la banda sonora mientras vemos a la ciudad de Nueva York despertar; el legendario discurso de Gekko que se convertiría en un popularísimo mantra de fines de los 80 (“Greed is good”); y la sentimental escena de reconciliación padre/hijo que, debo confesar, todavía me provoca un nudo en la garganta.

Del lado de la puesta en imágenes, la vital cámara de Robert Richardson no conoce descanso y panea de un lugar a otro, siguiendo a los personajes mientras hablan su jerigonza bursátil, y se mueve elegantemente en los laberínticos interiores de las oficinas en donde se crean y se destruyen fortunas. Además, aunque no se entiende ni la mitad de lo que dicen –las finanzas no son mi fuerte-, los diálogos son dichos con vivacidad y Stone captura muy bien el sentido de la urgencia, la ambición y el deseo que campea en Wall Street y sus satélites.

Cuéntamela otra vez/XVI

Nada hay de ello en la fallidísima secuela llamada Wall Street: el Dinero Nunca Duerme. Si decide ver la película, no llegue tarde porque si se pierde los primeros 15 minutos dejará de ver lo único que vale la pena: la sólida presencia de Frank Langella en el papel de un viejo patriarca financiero cuyo mundo se derrumba ante sus pies. Todo lo demás –la trama complicada más que compleja, la histérica puesta en imágenes y los actores en piloto automático- es un desastre.

Estamos otra vez en Wall Street, pero ahora es 2008. Gekko acaba de salir de la cárcel después de cumplir varios años de prisión y parece estar decidido a recuperar el amor del único familiar que le queda: su izquierdosa hija Winnie (Carey Mulligan haciendo pucheros), comprometida con el joven y brillante corredor de bolsa Jacob(Shia LaBeouf) que, a pesar de trabajar en la misma diabólica chamba de Gekko, en el fondo no es más que un idealista que apoya a un científico loco que busca la piedra filosofal del siglo XXI: una fuente inagotable, limpia y barata de energía.

Esto de la fusión energética –a la que tampoco le entendí ni papa- es sólo un McGuffin que le da el pretexto a Oliver Stone para… ¿para qué, a todo esto? Para nada, en realidad: para entregar una incoherente historia que termina traicionando a su personaje central una y otra vez, en una historia que no tiene pies ni cabeza y realizada en un estilo tan desbocado que uno podría apostar que Stone volvió a las andadas y ya anda de nuevo en la droga.

Monólogos interminables aderezados con animaciones de power point, diálogos dizque trascendentes interrumpidos por la cámara nerviosa de Rodrigo Prieto, actores de prestigio y respeto (Susan Sarandon y el gran Elli Wallach) que fueron llamados a cobrar una lana y nada más (bien por ellos, mal por nosotros) y un desenlace que no tiene el menor de los sentidos, en el contexto de todo lo que acabamos de ver. ¿Ahora resulta que siempre sí Gordon Gekko tiene su corazoncito? Para decirlo de manera elegante: Bullshit.


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