Revista Cine
Ante el estreno de Scr4am, Grita de Nuevo (Craven, 2011), me di a la tarea de volver a ver las primeras tres entregas de esta slasher-saga y, además, revisar lo que había escrito de ellas en su momento. Recordaba mi entusiasmo por las dos primeras Scream, pero había olvidado por completo la tercera... Incluso pensé que no había escrito nada de ella: bastó una visita a mis archivos para ver que no sólo la había visto sino que, además, la había reseñado. Bendita memoria que borra los recuerdos nefastos de mi disco duro. A continuación, lo que escribí en el momento del estreno de las tres primeras Scream, con algunos cambios menores.
"Ya se como son esas películas. Un asesino persigue a una muchacha tetona, la alcanza y luego la destaza. Siempre es lo mismo". Algo así dice una adolescente guapa y pechugona poco antes de ser, precisamente, asesinada a cuchillo limpio por un sicópata enmascarado en Scream, Grita antes de Morir (Scream, EU, 1996), el más reciente largometraje del maestro del horror gore y los slasher films Wes Craven.Este diálogo no es un simple chiste referencial como es costumbre ya en el cine de horror contempáraneo. En realidad, la escena descrita resume el tono general de la cinta: Scream es una película que medita con humor y eficiencia (entendida esta como la capacidad para asustar al espectador) sobre los slasher films, ese subgénero del horror en donde el protagonista principal es un sicópata -real o fantasmagórico- que asesina sin piedad a sus víctimas.Craven inicia la cinta demostrando que si sus bonos como realizador de cine de horror habían caído un poco en los últimos años, aún conserva virtualmente todo su talento para horrorizar. En un violentísimo prólogo, Drew Barrymore -con mucho la figura más conocida de la película- es asesinada a cuchillazo limpio por un sicópata disfrazado como "Ghostface", muy parecido al personaje de la pintura "El grito" de Edward Munch. El inicio no sólo es una clara referencia a Psicosis (Hitchcock, 1960) -ya que la estrella más famosa de la cinta es asesinada a las primeras de cambio como en la seminal cinta hitchcockiana-, sino que la secuencia descrita también funciona como un resumen dramático de todo el filme. De hecho, lo que veremoos será el mismo mecanismo con todas las variantes posibles. Es decir, el criminal seguirá a sus víctimas por el interior de una casa, por el exterior de la misma, dentro de una camioneta, en un garage...La muestra más clara del talento de Craven es que a pesar de lo repetitivo de la trama, realmente no se pierde nunca el interés en la película. Utilizando eficazmente la fórmula del whodunit y con un eficiente uso del encuadre -el asesino parece acechar en cada espacio fuera de la pantalla-, Craven logra una vital cinta de horror cuyo principal aportación, sin embargo, se encuentra en el proceso deconstructivo que se lleva a cabo desde el inicio de la cinta. Así, Craven convierte a las victimas de este slasher film en capciosos analistas del género de horror, de la misma película que estamos viendo y de su propia realidad como personajes amenazados por un asesino. De esta forma, dentro de esta eficaz slasher movie, conocemos las reglas del género y las vemos cumplirse sin desviación alguna. Una puesta en abismo de los mecanismos del cine horror sanguinolento.Debutante con una enfermiza cinta de venganza ultraviolenta, La Última Casa a la Izquierda (1972), realizador de la desatada "gore movie" ya considerada de culto The Hills Have Eyes (1981) y, sobre todo, creador de uno de los íconos fílmicos más celebres del cine de los ochenta, el onírico criminal con-dedos-de-navajas Freddy Kruger (cf. Pesadilla en la Calle del Infierno/1984), Wes Craven parece haber salido en definitiva de un largo bache creativo. Su cinta antes de Scream, La Última Pesadilla (1995), es un espléndido filme posmoderno de horror en donde Craven mezcla la realización de una nueva película de Freddy Kruger con la "verdadera" aparición del asesino en los sueños de primera actriz de la serie (Heather Langekamp): es decir, un ejercicio subjetivo y personal de cine dentro del cine, de horror dentro del horror, una suerte de 8 1/2 del cine gore de los ochenta/noventa. Ahora, con la cerebral Scream, Craven ha dado, sin duda, un paso más hacia el perfeccionamiento y la exploración del género que lo ha hecho -y lo seguirá haciendo- famoso.En una escena clave de Scream 2 (Idem, EU, 1997) un grupo de estudiantes de cine discuten sobre la calidad de las secuelas fílmicas. Según ellos -y el lugar común apoyándolos- "nunca segundas partes fueron buenas". Aunque, aclaran, hay excepciones: Aliens, Terminator 2, El Padrino Segunda Parte y -uno podría agregar- Scream 2.La escena antes descrita es uno de los múltiples juegos de espejo que Wes Craven monta a lo largo de Scream 2, un inteligente y divertido filme autorrefencial que se coloca por lo menos al mismo nivel que la exitosÝsima primera parte.Desde el inicio, Craven nos guiña el ojo: una joven pareja afroamericana (Jada Pinkett y Omar Epps) hacen cola en el pre-estreno de Puñalada, un slasher-film basado en el libro escrito por la ambiciosa periodista Gale Weathers (Courteney Cox), que relata los brutales asesinatos de Woodsboro, atestiguados por nosotros en Scream. No acaba de alegar la guapa negrita que en las películas de horror gore siempre son excluidos los negros, cuando un misterioso asesino con el rostro cubierto -mismo disfraz que en Scream, but of course- los cose a los dos a puñaladas. Para que se sigan quejando.El asesino de marras, pues, anda suelto en la misma universidad en donde estudian nuestra heroína Sidney (Neve Campbell) y el sobreviviente del primer filme Randy (Jamie Kennedy). Por ahí se aparecen también la entrometida Gale en busca de una continuación para su best-seller, y el despistado policía Dewey Riley (David Arquette), quien quiere proteger a Sidney. Pronto, los cadáveres empezarán a aparecer y nadie se salvará de ser sospechoso: Gale, Dewey, Randy, Cotton Weary (Liev Schreiber) -el tipo que Sidney había acusado equivocadamente en el primer filme de ser el asesino de su madre-, el nuevo novio de Sidney (Jerry O'Connell), un locochón estudiante "fanático de Tarantino" (Timothy Olyphant), una periodista pueblerina (Laurie Metcalf) y quien se acumule esta semana. Scream 2 funciona mejor en el terreno del whodunit que en el subgénero del cine de horro sanguinolento. Aunque hay apuñalamientos al pasto y sangre a manos llenas, Craven no se molesta esta vez en montar una trepidante escena slasher como en el inicio de Scream y más bien se preocupa en darnos a conocer las reglas del juego desde el principio de la pelÝcula. Por ello, Scream 2 es más lograda como puesta en imágenes postmoderna y autorreferencial que en cualquier otra cosa. Su juego de espejos no se circunscribe a la discusión sobre las secuelas -que es, de hecho, una discusión sobre sí misma- sino que va mucho más allá: la cínica aclaración de Randy de que en toda continuación de una película de horror veremos más muertos y asesinatos más elaborados; la reticencia del camarógrafo negro de Gale de seguir trabajando con ella cuando empiezan los crímenes ("nosotros los negros no duramos en estas películas"); el mismo filme Puñalada mostrado en pantalla -y dentro de otra pantalla- protagonizado por una mediocre estrellita televisiva (Tori Spelling de Beverly Hills 90210); la aparición-homenaje de David Warner en un breve cameo, actor emblemático del cine de horror de los 80/90; el discurso final del asesino que adelanta que va a alegar locura en el juicio, diciendo que películas como Puñalada -es decir, como Scream y Scream 2- lo influyeron para cometer los asesinatos ("mandaré llamar a Bob Dole como testigo") y así hasta el agotamiento...
Craven logró en los 90, con una estupenda trilogía de horror posmoderno (La Última Pesadilla/1994, Scream/1996 y Scream 2), no sólo revivir el cine gore y el slasher sino, más importante aún, posicionarse como uno de los cineastas más inventivos e interesantes del Hollywood de esa década (algo que en realidad lo era desde hace tiempo, por lo menos desde Pesadilla en la Calle del Infierno/1984) y, de paso, dotar de dignidad intelectual a uno de los géneros fílmicos más despreciados por algunos cinéfilos: el cine de la sangre derramada a borbotones.Arriba ya escribí que el lugar común apunta que segundas partes nunca fueron buenas pero es justo recordar que hay varios ejemplos de lo contrario: El Padrino Segunda Parte, El Imperio Contraataca, Pesadilla en la Calle del Infierno 2, La Profecía 2, El Color del Dinero y, por supuesto, Scream 2 (1997), la brillante continuación de esta capciosa obra maestra del cine de horror postmoderno que fue la primera Scream (1996). Habiendo aclarado lo anterior, parece indudable que lo que sí podemos afirmar sin mayor problema es que TERCERAS PARTES, esas sí, nunca han sido buenas. Hágase memoria: El Padrino 3 fue mediocre, El Retorno del Jedi desmerece con las dos primeras aventuras de Luke Skywalker, Pesadilla en la Calle del Infierno 3 no se sostiene, La Profecía 3 fue decepcionante y, para rizar el rizo, Scream 3 (Idem, EU, 2000) apenas si resiste el palomazo.Acaso lo más interesante de toda la cinta es ver revivido, a través de un videocasete, al fanático del cine de horror Randy Meeks (Jaime Kennedy), quien les recuerda a nuestros personajes de siempre –Sidney (Neve Campbell), Gale (Courteney Cox Arquette) y Dewey (David Arquette)- que en las terceras partes de las películas de horror se pueden romper todas las reglas –es decir, cualquiera puede ser el asesino y cualquier puede ser asesinado—y que para conocer la identidad del criminal es probable que haya que volver a la primera cinta de la serie y desenterrar algún conflicto no resuelto –o resuelto falsamente.Este es, acaso, el único momento inteligente que se permite el guionista Ehren Kruger –pues e-l escritor original de las dos primeras cintas, Kevin Williamson, ya no quiso trabajar en el nuevo proyecto. Por su parte, el director Wes Craven, acaso contagiado por la indolencia de Kurger, no pasa de montar algunas eficientes escenas de persecuciones y matanzas, una explosión sorpresiva y los típicos destripamientos gore de siempre, en una película que se siente –y se ve- rutinaria.En esta ocasión las autorreferencias postmodernas de la cinta se han dirigido a montar el escenario de los asesinatos en el set cinematográfico en donde se está filmando Puñalada 3, Regredo a Woodsboro, la película basada en los acontecimientos que nosotros vimos, disfrutamos y sufrimos en la primera Scream. Así, vemos a los actores de Puñalada 3 interactuar con las personas de carne y hueso (es decir, los actores de Scream 3), en un juego que se nota agotado desde el principio.Craven y Kruger –qué sugestivo apellido-, con su falta de imaginación y su exceso de aburrimiento, parecían haberle dado la puntilla definitiva a la serie... hasta que apareció la tardía secuela que aún no he visto. De hecho, si Scream 3 se deja ver sin demasiados problemas, esto se debe más a la nostalgia por las dos primeras películas que a los méritos -muy escasos- de este filme. ¿Scream? No, más bien: Yawn.