Revista Cine

Cuéntamela otra vez/XXIX

Publicado el 05 junio 2013 por Diezmartinez
Cuéntamela otra vez/XXIX
Apuntar que El Gran Gatsby, la novela de F. Scott Fitzgerald publicada en 1925, es “infilmable” es, por lo menos, contradictorio. El hecho es que el texto –para algunos, la más grande novela gringa de la historia- ha sido llevado a la pantalla grande, para bien o para mal, en cinco ocasiones. Hay una versión silente de 1926, otra con Alan Ladd en 1949, una famosa superproducción dirigida por el competente artesano inglés Jack Clayton en 1974, una adaptación del 2002 ¿al mundo del hip-hop? que no quise revisar, y la más reciente, El Gran Gatsby (The Great Gatsby, EU-Australia, 2013), quinto largometraje del desbordado cineasta australiano Baz Luhrmann.    No he visto las dos primeras adaptaciones fílmicas –la de 1926 está perdida y la de 1949 no la he podido conseguir-, pero tanto la versión de 1974 como la de 2013 resultan tan meritorias como frustrantes.  Siempre visibles pero, al final de cuentas, quebradas. Las dos parecen películas muy diferentes, pero más allá de la misma historia, comparten una característica central –su fidelidad al texto literario de Fitzgerald- y, también, un problema común: cómo lidiar con el desenlace anticlimático, casi abstracto, en el que todos los acontecimientos que hemos conocido son “arrastrados hacia el pasado”.
Cuéntamela otra vez/XXIX
El Gran Gatsby (The Great Gatsby, EU, 1974) contó con un guión escrito por Francis Ford Coppola en su mejor época, una fotografía fluida y elegante de Douglas Slocombe, la música del especialista en jazz (y arreglista de Sinatra) Nelson Riddle, un diseño de producción impecable y un reparto que, en el papel, parecía ideal. Sin embargo, el resultado no termina nunca de satisfacer.    Clayton –que había logrado muchos mejores resultados en otra adaptación de un texto clásico estadounidense: Posesión Satánica/1961, sobre La Vuelta de Tuerca, de Henry James- entrega aquí una típica “cinta de papá”. Bien producida, realizada con buen gusto, con un reparto atractivo, pero sin  asomo de inspiración. El respeto por el texto es tal que se retoma el célebre íncipit de la novela (“En mis años más jóvenes y vulnerables…”), varios diálogos y/o monólogos son trasplantados tal cual (la reflexión de Daisy sobre la necesidad de ser bella y tonta para triunfar en la vida, por ejemplo) y no faltan tampoco los símbolos más obvios de la novela de Fitzgerald (la luz intermitente que proviene de la casa de los Buchanan, el anuncio espectacular de los ojos que está frente al taller de Wilson). Incluso Robert Redford como el Gatsby del título resulta particularmente decepcionante: su porte no es el del nuevo rico que finge ser aristócrata, sino la de un elegante natural. En efecto, el Gatz(by) de Redford no parece un gangster asociado al legendario mafioso Meyer Wolfsheim (la superestrella de Bollywood, Amitabh Bachchan) ni, mucho menos, se capaz de matar a un hombre.
Cuéntamela otra vez/XXIX
   En este sentido, el Gatsby de Leonardo DiCaprio es más convincente. Su refinamiento parece más estudiado, más falso, su muletilla “old sport” más fuera de lugar. La mirada de DiCaprio revela la de un hombre ambicioso que está dispuesto a todo y que ha hecho de todo para cumplir su meta: ganarse a esa niña bonita y vacía que es la Daisy de Carey Mulligan –más bella y más frágil que la Daisy de Mia Farrow de 1974.    Si esta versión de 2013 no es todo lo satisfactoria que debió haber sido, no es porque cae en la vulgaridad estrambótica que tanto le gusta a Luhrmann sino, acaso, porque no cae lo suficiente. La película –como su antecesora de 1974- se estaciona en un beato respeto por el texto de Fitzgerald –nuevamente el íncipit, los diálogos y la voz en off narrativa provienen de la novela línea por línea- de tal forma que, pasada la primera hora de excesos –música, baile, gritos y 3D-, la cinta cambia de ritmo hace un final que literariamente puede ser devastador pero que, cinematográficamente, sigue siendo anticlimático.   El libro de Fitzgerald ha resultado, al final de cuentas, demasiado elusivo para convertirlo en una película satisfactoria. ¿Será que es cierto lo que apunté al inicio? ¿El Gran Gatsby es realmente infilmable? 

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