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Cuéntamela otra vez/XXXV

Publicado el 16 agosto 2014 por Diezmartinez

Cuéntamela otra vez/XXXV
A saber qué les hizo Carlos Enrique Taboada (1929-1997) a varios cineastas mexicanos del nuevo siglo que, tiro por viaje, han perpetrado lamentables remakes de sus exitosas cintas de horror. Y peor aún: uno podría decir que cada nuevo refrito es peor que el anterior. Si no, revise los títulos respectivos: Hasta el Viento Tiene Miedo (Moheno, 2007), remake de la cinta homónima de 1968; El Libro de Piedra (Estrada, 2009), saqueo de la obra mayor de Taboada de 1969; y, ahora, Más Negro que la Noche (México-España, 2014), copia extendida y empeorada de la película de 1975.Por principio de cuentas, habría que señalar que, de toda la obra de horror de Taboada, Más Negro que la Noche es, acaso, su cinta menos interesante -¿que cuál es su mejor filme del género?: Veneno para las Hadas (1984), sin duda alguna.
Cuéntamela otra vez/XXXV 
La cinta original, escrita por el propio Taboada, es una simple historia de venganza fantasmal: una vieja solterona (Tamara Garina) muere y deja toda su fortuna –caserón porfiriano incluido- a su único pariente, su sobrina Ofelia (Claudia Islas), quien se muda a su nuevo hogar con sus tres amigochas: la reventada modelo Marta (Lucía Méndez), la bibliotecaria Aurora (Susana Dosamantes) y la recién divorciada Pilar (guapa Helena Rojo). La única petición que dejó por escrito la muertita Tía Susana es que su sobrina cuide de su amado compañero felino, el gato negro –“más negro que la noche”- Becker. El problema es que Aurora trae al caserón un canario y Becker hace lo que cualquier gato haría: se desayuna al plumífero. El gato desaparece durante varios días, luego es encontrado muerto y, a partir de ese momento, la venganza de la Tía Susana iniciará, pues es obvio que la muerte de Becker no fue un mero accidente.Más allá de las limitaciones técnicas en el manejo del sonido –más que evidente en la primera parte de la película-, Más Negro que la Noche se sostiene como una eficaz pieza de género. Taboada y su cinefotógrafo Daniel López logran crear un ominoso ambiente de horror -las luces y sombras de la casa, los pasillos en tinieblas de la biblioteca donde trabaja Aurora, el oscuro jardín que rodea el caserón-, mientras que el manejo del encuadre es impecable: un bastón que cae al suelo, la mano de la tía que sale de la nada, los ojos acusadores que desde el más allá buscan venganza…
Cuéntamela otra vez/XXXV
La nueva versión, dirigida por Henry Bedwell (Avisos de Ocasión, 2004) deja la simplicidad del planteamiento original de lado para saturar la historia de sub-tramas inútiles –que si a la tía le pusieron los cuernos, que hay por ahí una hermanita fantasma nomás porque sí-, a tal grado que la muerte de Becker –incluso, su misma presencia en la película- resulta casi superflua. El chiste es que ahora, con o sin gato negro, la tía tenebrosa es capaz de poseer a su sobrina Greta (Zuria Vega) y, ya sea la misma fantasmal anciana o a través de la jovencita poseída, la tía se escabecha a una de las muchachas (Adriana Louvier) porque, en efecto, mató a Becker, pero a los demás los ejecuta por ser una mala amiga (Ona Casamiquela) que se acuesta con el prometido de Greta, al novio (Daniel Villar) por ser un pérfido mancornador y a la casi hermana lésbica (Eréndira Ibarra) por… por… pos nomás porque ya había agarrado viada. Total, una muertita más. Hacia el final, la cinta se vuelve tan confusa en el manejo de los espacios y el tiempo que resulta de pena ajena: la narración paralela del desenlace es de plano chambona, los personajes son dejados a la deriva –una de las muchachas sale corriendo de la casa, pasa un rato, y luego la vemos en la lluvia: ¿qué está haciendo ahí?: sepa la bola- y, para rizar el rizo, el único elemento notable de todo el filme –la presencia de Margarita Sanz en el papel de la siniestra ama de llaves Evangelina- se pierde entre tanta torpeza.Por cierto, debo confesar que vi el filme en 2D. Si alguien vio este remake en 3D manifiéstese y deme razón si la película mejora en tercera dimensión. Acaso sea la única razón por la que valga la pena revisarla.

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