Revista Opinión

Cuento chino

Publicado el 25 diciembre 2012 por Miguelmerino

granmuralla7Llegamos a la entrada de acceso a La Gran Muralla. Era principios de septiembre y hacía calor. Llevaba un camiseta roja, un pantalón tejano, unas zapatillas deportivas y me cubría la cabeza con una visera comprada en Shanghai. Sacamos las entradas para realizar la visita y nos dispusimos a seguir a “Chou” nuestro guía. Visitamos los distintos sitios de interés (tiendas, museos, etc.) y nos dieron libre hasta la hora de la comida para que cada cual recorriera la parte de la muralla que le apeteciera y como le apeteciera.

Mi mujer y yo, tenemos distintos ritmos para casi todo, menos para lo que importa. Así que decidimos escalar la Gran Muralla (porque de una escalada se trata en ese tramo), cada cual a su ritmo. Es decir, yo subí y ella me miraba desde abajo. Cuando llevaba un buen rato de escalada, una anciana, me atrevería a decir que centenaria por la profundidad de los surcos de su cara y por el tono apergaminado de su piel, se me acercó, me cogió las manos y me habló. Me habló en 客家語 / 客家语 es decir, lo hizo en el dialecto hakka. Pero lo realmente curioso, no es el dialecto chino que usara la anciana, nada raro puesto que era de Guangdong y allí se habla esta variante del chino. Lo verdaderamente curioso es que yo la entendí. Y gracias a ello, puedo contároslo:

- ¡Qué la paz y la armonia encuentren siempre cabida en tu corazón, oh gran heredero de Xuanzong!

- ¡Qué ellos no te abandonen nunca oh dulce descendiente de la Gran Emperatriz Wu!

Eso fue lo que me dijo y eso fue lo que le contesté. Cómo la entendí y cómo supe que era descendiente directa de la Emperatriz Wu, primera mujer que dirigió china e iniciadora de la dinastía Zhou, aun hoy no me lo explico. Aunque yo traduzco aquí por heredero y descendiente, la realidad es que ella me llamó quincuagésima tercera reencarnación del Gran Emperador Xuanzong. Y mi forma de dirigirme a ella fue como septuagésima quinta reencarnación de la impar Emperatriz Wu. Pero si ya me cuesta trabajo hacer creer a la gente que hablé con una china en su idioma y la entendí, imaginad como puedo hacer creer que soy la reencarnación de un emperador de la dinastía Zhou. A mí no me cabe ninguna duda, pero no me considero con la suficiente capacidad de persuasión como para que vosotros lo creais. Eppur e vero, parafraseando al gran Galileo, décimo tercera reencarnación de Pitágoras.

Certificado Muralla china

Nuestro guía, el pequinés “Chou” (seguro que reencarnación de algún perro de la misma raza) dice que el diálogo que sostuve con la anciana fue el siguiente:

- ¡Por fin, a mis ciento tres años, he podido cumplir la obligación de todo ciudadano chino: visitar la Gran Muralla!

- ¡Chinchun fun de guanfan hanchi ten su! (Galimatías onomatopéyico totalmente ininteligible, según el incrédulo “Chou”).

Lo cierto es que “Chou” no era más que un burócrata puesto como intérprete por el aparato político chino. El único chino que conocía es el Mandarín de la gran burocracia oficialista china.

La Emperatriz Wu y yo, sabemos lo que realmente pasó.


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