Revista Educación

Cuento de Navidad

Por Siempreenmedio @Siempreblog

24 diciembre 2013 por Ana Prieto

Érase una vez, en un lugar y un tiempo muy cercano, una arisca muchacha caminaba por las calles entre luces de colores. Andaba abrumada por el exceso de besos entre los viandantes, de sonrisas dignas del mejor anuncio de Colgate, y por los abrazos que recibía cada dos pasos, sintiendo el crujir de cada uno de sus huesitos –clic, clac, clac- por la fuerza del apretujón.

¡Felices Fiestas! ¡Felices Fiestas!

¡Felices Fiestas y próspero año nuevo! Una y 10.000 veces.

¿Lo recuerdas? ¡Qué empalague!

Sí. Tanta demostración de afabilidad concentrada en unos pocos días entre guirnaldas y destellos dorados me parecía forzada y excesiva. Pero, heme aquí, años después, echando de menos el clic, clac, clac en mis huesos.

¿Dónde quedó la expresión de buenos deseos? Más sinceros o falsos, pero en esencia buenos, aunque sólo fuera por el efecto dominó que producían.

Lo único que parece brillar estos días, son las bombillas de bajo consumo. Su relucir artificial colgado para disfrazar el hastío que se expande como “La Nada” por “Fantasía” en “La Historia Interminable“.

CODIGO binario
Ah! Claro. Ahora los buenos deseos llegan precocinados y congelados vía whassapp, Facebook, Twitter. Mensajes de ceros y unos combinados en lenguaje binario que se prodigan por la banda ancha.

La revolución tecnológica ha cambiado la forma de relacionarnos, o más bien, la de no relacionarnos. Sustituimos el calor del abrazo a un amigo por un emoticono cursi que lanza un beso con forma de corazón.  Con darle solo a una tecla del móvil, cumplimos y nos damos por satisfechos. ¡Qué buenos amigos somos!

¿Dónde quedó el valor de hacer el esfuerzo por encontrar el tiempo, ése que a priori no tenemos, para compartir y reír en persona con aquéllos a los que decimos que apreciamos?

Villancico actual

Me pregunto cuántos abrazos dejaré de dar y recibir estas fiestas, sustituidos por un emoticono o por el reenvío de una bromita prediseñada por otro.

La respuesta me inquieta. Prefiero no contarlos

¿Y tú?


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