Revista Cultura y Ocio
Sucedió en la “Noche Vieja” de hace dos años. Mi mujer se había acostado. Debían ser las dos de la madrugada y yo, ajeno al bullicio que se escuchaba en el piso de arriba, chateaba en el ordenador.-Por Dios, gritó mi mujer desde el dormitorio… Sube y diles a esos chicos que dejen de armar tanto jaleo… Resignado, subí. Pulsé el timbre varias veces mientras pensaba lo que iba a decirles. Al poco, una chica de ojos verdes y sonrisa de película, me abrió la puerta. Supe de inmediato que aquello se complicaba.A eso de las diez de la mañana cuando todos se habían ido, escuché a mi mujer. Estaba chillando en la escalera. La chica y yo, abrazados, reposábamos en el sofá. En la dormivela sentí que los vecinos cuchicheaban en la escalera. Supe que me buscaban. Entonces, alguien pulsó el timbre. Decidí de inmediato que debía esconderme.Desde entonces han pasado dos años. Hace trece días que la chica me abandonó y cada noche siento que echo más de menos mis viejos libros.Texto: Ildefonso Robledo Casanova