Mi nombre es David, tengo 23 años y vivo en una mansión en algún rincón de México.
Mi historia comienza a ser interesante un día antes de mi cumpleaños número 17. Mis padres estaban fuera del país por asuntos de negocio pero ya se dirigían a nuestra ciudad para celebrar conmigo. Mi padre tenía una línea de laboratorios clínicos en México y Estados Unidos, era una persona muy profesional en todo lo que hacía, siempre recto y se empeñaba mucho en que yo siguiera sus pasos dentro del ámbito de la medicina e investigación científica. Mi madre, oh mamá mía, era la mujer más hermosa de todo el planeta, recuerdo que ella siempre regalaba una sonrisa antes que decir cualquier palabra, como si todo lo que estuviera pasando fuera una broma. Me hacía sentir tan cómodo y confiado. Yo amaba cada palabra que mi madre decía incluso si era algún regaño hacia mí, no me importaba. Ella era escritora y cineasta, tenía una gran habilidad de persuasión y siempre me decía que algún día yo también la tendría.
Volviendo a mi historia…Mis padres se dirigían a México para estar presentes en mi cumpleaños, ellos no viajaban juntos y no se quedaban fuera por mucho tiempo, por lo que preferían que yo no viajara con ellos y que me quedara en casa con mis abuelos, de esta manera podía estudiar en una escuela de manera fija y no estar de un lugar en otro.
Una noche antes de mi cumpleaños, mi abuelo recibió una llamada muy sospechosa para mí ya que lo único que él respondió fue un “sí” y después todo quedo en silencio. A la mañana siguiente, comenzaron a llegar a llegar los invitados a mi fiesta, pero no mis padres. Mis abuelos dijeron que llamada que recibieron era para avisarle que los vuelos se habían retrasado y no podrían llegar a tiempo. Esa misma noche, cuando los invitados se fueron y quedaron solo algunos integrantes de mi familia, nos reunimos todos y fue cuando mi abuelo me dio la noticia de que el avión de mis padres en realidad había caído al mar y que aún no sabían nada de ellos.
De repente sentí como si una mano tomara mi estómago y lo torciera, mis oídos se taparon y solo lograba escuchar un zumbido, y todo lo que paso en la fiesta lo olvide en un segundo, solo me queda el recuerdo de una mancha de pastel en el suelo de mi casa, ya que fue hacia donde dirigí la mirada después de esa noticia.
No sé cómo logré soportar los siguientes días, no comía ni hablaba, solo me levantaba de la cama para abrir la ventana de mi cuarto cuando llovía porque me gustaba sentir el agua que lograba entrar.
Lo que si tengo muy presente, es que gran parte de mi familia me buscó después de eso, intentaron llevarse bien conmigo cuando antes ni me visitaban. Más que expresar su dolor, querían llevarse bien para recibir algún beneficio de todo el trabajo que mis padres habían realizado, y vaya que eran bastantes las ganancias. Por desgracia para ellos, a mi corta edad ya era una persona muy observadora y crítica gracias a mi madre y firme con mis decisiones gracias a mi padre.
Me dejaron fuera de todo el papeleo para determinar quienes estarían al cargo de los negocios, porque decían que yo no tenían la edad suficiente y tenían razón, por suerte, mis padres tenían todo preparado para mi hasta cumplir mi mayoría de edad, así que era cuestión de esperar un año más para poder conocer en realidad todo lo que mis padres hacían y tenían. Parecía que todo estaba fríamente calculado por parte de mis padres, ya que mi nombre aparecía en todos los documentos así como mi edad específica de 18 años para tener acceso a todo, no había nadie más, era solo yo. Algo que me llamo mucho la atención es que mi abuelo me dijo que aun cuando cumpliera mi mayoría de edad, no podría tener acceso a todo lo perteneciente de mi padre sino solo a una parte y que lo entendería cuando tuviera cierta madurez. No logré entender a lo que se refería, pero es algo a lo que no le di importancia, yo solo quería a mis padres de vuelta.