Quimera vegetal en una obra de El Bosco
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Érase una vez un jardinero que se lanzó a pasear por los paisajes de los cuadros clásicos. No contento solo con tocar la naturaleza que adora y en la que trabaja, el jardinero efectuó un ejercicio de inmersión en los lienzos que ama. Donde los demás vemos figuras históricas y religiosas acompañadas de una amalgama vegetal sin apenas distingos, él era capaz de reconocer e identificar árboles, plantas, flores y frutos, y de explicar su simbología y su relación con el lienzo. El jardinero habla el lenguaje secreto y sagrado de las plantas y lo traslada a los profanos. El arte mostrado en apariencia bidimensional adquiere así una tercera dimensión en forma de profundidad y hondura que él nos desvela y nos ayuda a entender. Con sus explicaciones, las obras cobran vida y laten por debajo de las escenas de santos y figuras de leyenda de siglos atrás. Parece un cuento, ¿verdad? Pues no, es historia verdadera, protagonizada por mi hermano, jardinero de alma artística, Eduardo Barba, que ha efectuado un interesantísimo estudio botánico sobre la exposición de tablas flamencas que se acaba de inagurar en el museo madrileño Lázaro Galdiano. Edu todavía no se ha puesto a desentrañar, creo, las locuras vegetales de los cuadros de Arcimboldo, pero todo llegará.¡Verdura al poder!