Revista Comunicación

Cuento: El hombre que un día se despertó siendo un dragón o la verdadera historia del unicornio

Publicado el 15 julio 2021 por Universo De A @UniversodeA

Lo sé, en mi anterior publicación afirmaba que se acababan los cuentos durante un tiempo… pero el caso es que, como muchos otros escritores, suelo anotar las ideas que tengo para en un futuro desarrollarlas, y me estaba dirigiendo al documento en cuestión para decidir que sería lo próximo que escribiría… cuando otro escrito se topó en mi camino….

Por supuesto, lo recordaba perfectamente; había sido un experimento, de hecho, tanto, que ni lo había vuelto a hacer; y hasta tenía miedo de revisar aquel documento, por si sentía auténtica vergüenza por lo que había hecho, que sin duda no podía estar bien. Antes de nada, he de aclarar que, como para otras cosas de la vida, soy un escritor concienzudo, que, generalmente, antes de ponerse a redactar nada, ya tiene la idea de qué va a poner sobre el papel muy clara, con su introducción, nudo y desenlace muy bien trazados, con todos los giros pensados e incluso con pasajes enteros sumamente detallados o casi semiescritos (otra cosa es que luego esas cosas, a medida que escribes, evolucionen, como ya decía en una publicación anterior)… por eso no me daba ninguna confianza este documento reencontrado, cuyo título, de por sí, daba cierto pavor “cuentos improvisados”… efectivamente, la única vez que lo había hecho, me había dejado llevar por la escritura automática, en plan romántico, sin planear, mirar atrás ni corregir nada, poseído por emociones exaltadas… y había salido lo que había salido. Supongo que por eso no lo volví a mirar, por el temor de que habría sido y si su calidad hubiera sido nula o espantosa.

Pero, como he dicho, el documento se ha vuelto a cruzar en mi camino, así que me decidí a leerlo por ver si había en él algo aceptable (siquiera una idea) o se podía y debía eliminar definitivamente… ¡pero menuda sorpresa!: encontré un relato que me pareció de gran belleza, calidad, y cuya simplicidad (que no simpleza) era su mayor virtud… aunque posee, en mi opinión, una gran, pero disimulada profundidad, de la del tipo que poseen los grandes cuentos.

Debido a eso, al pasarlo ahora al blog, he optado por mantenerlo, en todo lo posible tal cual estaba, haciendo cambios mínimos y muy ligeros; para que conserve su esencia improvisatoria y fruto del momento.

Supongo que, al final, es verdad ese consejo que una vez recibí, y que me ha resultado muy útil a la hora de llevar a cabo, y facilitarme, el acto de la creación (siempre, como ya he comentado anteriormente, para mí un parto tan satisfactorio y hermoso como doloroso y complicado): “no hay nada que pensar, no hay nada que decidir, sólo hazlo”.

Heraldic Mystical Dragon Tapestry | Dragon wall, Medieval tapestry, Tapestry

El hombre que un día se despertó siendo un dragón o la verdadera historia del unicornio

Érase que se era, un hombre que se convirtió en un dragón; dado que vivía en un mundo en el que las cosas fantásticas suceden con gran frecuencia, el hecho en sí mismo no le sorprendió tanto como le disgustó.

Sí, ser un dragón cambiaba totalmente su vida, él era un joven guapo, apuesto, con futuro… y de repente, ahora, era un monstruo del que todo el mundo huiría. Y dado que tampoco sabía cómo o por qué se había producido la trasformación, difícilmente lograría invertirla.

Así pues, y no quedándole otro remedio, decidió marcharse y abandonar todo aquello que había conocido para empezar una nueva vida como dragón. Para su sorpresa, estos seres, a menudo temidos, le recibieron con gran afecto y respeto, y, con el tiempo, acabó por entender que ellos recelaban tanto de los humanos como estos de aquellos, además de que, verdaderamente, no había diferencias irreconciliables, sino que tenían distintas costumbres y modos de entender la vida.

Pero el día en que comprendió todo esto y lo creyó de verdad… ¡patapún!, para su sorpresa, se retransformó en hombre. Lo que hace pensar que más humanos deberían de ser convertidos en dragones.

Sin embargo, eso no le hizo feliz, puesto que ya había encontrado su sitio junto a los dragones… pero ahora no podía permanecer allí, puesto que ya no era como ellos. Tampoco podía volver al sitio de dónde había venido, no sólo por la lejanía (había llegado a aquella tierra tras haber volado una inmensa distancia), sino, sobre todo, porque ahora que sabía lo que era ser un dragón, ya no podía volver a ser un hombre normal.

¿Qué era entonces? ¿Hombre o dragón?… ni lo uno ni lo otro, por tanto, no podía convivir ni con unos ni con otros. Hay quien pensará que podría haber sido su mediador… ¿pero quién haría caso a un solo hombre, habiendo tantos de ambos bandos ansiosos por pelear?.

Así que volvió a marcharse. Fue a una ciudad, donde esperaba encontrar mentes más abiertas; y durante un tiempo la experiencia le satisfizo; pero sólo le demostró que debía, que necesitaba viajar más.

Así recorrió el mundo entero, pasando apenas unos meses en cada lugar: vio ciudades monumentales, que pasmaban con su sola contemplación; atravesó selvas y bosques frondosos, en los que los rayos de luz apenas se colaban tímidamente, casi pidiendo permiso; también recorrió extenuantes desiertos, en los que la arena creaba tan bellas formas como mortalidad albergaba; se detuvo en pueblecitos encantadores, con grandes historias por doquier o que habían conocido épocas más florecientes, pero que ahora estaban parados en el tiempo….

Un día, cuando ya estaba especialmente cansado de viajar, llegó a la población de la que había partido por primera vez y que le había visto nacer. Al reconocerla desde la lejanía, pensó que aquella era la señal para dejar su vida nómada, la señal que le decía que, al fin había terminado su periplo y encontrado su lugar… pero una vez allí, descubrió que nada quedaba de él o de su recuerdo. Todo aquello que había amado alguna vez, había cambiado o desaparecido. Entonces, tuvo más que claro que, definitivamente, no encontraba su lugar. Y se echó a llorar.

Entonces, los dioses, el universo, las hadas… o quien fuera, compadecidos, transformaron a aquel humano en un unicornio, es decir, el ser más puro que existe, representante por excelencia de lo bueno y esencia de la magia blanca; lo que fue un regalo, un don, pues por primera vez aquel ser fue, y se estimó, verdaderamente libre e independiente, por lo que nunca más volvió a sentirse solo. Hay quien dice, que aquello sucedió porque había alcanzado tal excelencia que, simplemente, ya no podía seguir viviendo en el mundo vulgar.

Unicorn Medieval Italian Tapestry, H33

Toda la ficción propia (relatos cortos, novelas por entregas, microrelatos…) publicada en Universo de A está reunida aquí, en el Índice-Guía de Grandes Relatos.


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