Comenzó a escribir a edad avanzada impresionado por los literatos en boga y de estilo burdo que había conocido. Sus obras muestran el dominio sobre el género del superficial-realismo: historias que cuentan al instante lo que se vive al instante, sin distorsiones temporales de la visión que den como resultado un reajuste del reconocimiento de la victoria en un entorno decepcionante. Elemento básico de su literatura (incluyendo las contradicciones de forma y técnica, trama deslavazada y argumento desequilibrado) es la percepción de salvar la cara cueste lo que cueste, alineándose con el convencionalismo gregario de la imaginación radical y transgresora.
La moderna recepción crítica incluye sus obras dentro del canon cultural imperante, esencial para sostener el proceso de convalidación religiosa, político y social de una civilización en descomposición irremediable, irrefrenable e incontenible que ha convertido las bibliotecas en contenedores de basura literaria.