Cada vez que Pablo Iglesias sale en la tele se le pregunta por sus "tonteos" con Venezuela
oellle Neumann es una politóloga alemana, especialista en medios de comunicación. Ella fue quien instauró en los foros académicos el concepto: "la espiral del silencio". Según esta pensadora – y desde aquí me quito el sombrero – las sociedades modernas se comportan como "borregas" ante las informaciones mediáticas. Para Neumann, los medios crean climas de opinión – favorables o desfavorables – hacia ciertos temas de actualidad. Una vez creada la corriente mayoritaria; las voces díscolas con la misma callan como tumbas ante el rechazo social que su crítica suscita. Así las cosas, los "Mass Media" incrustan en la sociedad mensajes derivados de partidos políticos, afines a sus líneas editoriales. ¿Qué ocurre en este país? que hay un oligopolio periodístico, abanderado por cabeceras fieles a las tripas peperas. Luego existe, en los mentidores de la calle, una opinión pública mayoritaria, sesgada por los filtros de la derecha y, otra minoritaria, formada por las voces progresistas.
Las muertes de Manuel García Viejo y Miguel Pajares - ambos fallecidos en España por el virus del Ébola – corroboran la hipótesis de Neumann. El otro día, sin ir más lejos, se me ocurrió escribir en twitter un tuit crítico con el clima de opinión orquestado en torno a sendas defunciones. En él criticaba al Gobierno por repatriar a los dos enfermos terminales, a sabiendas del riesgo de contagio que el traslado suponía, y los elevados costes del mismo; 150.000 euros por cada repatriado. Pues bien, dicho esto, a los pocos segundos del mensaje llegaron las "bofetadas" desde todos los rincones del globo. Me trataron de "inhumano"; de "mala persona" y otros insultos de corte barriobajero. ¿Es responsable – reitero – poner a cientos de efectivos – médicos y policiales – en riesgo de contagio, ante cualquier error de protocolo, por salvar a dos enfermos moribundos procedentes de Leona? No, pero, lo cierto y verdad, es que gestos como éste dejan en buen lugar a la España de Rajoy de cara a los ojos internacionales. Política internacional de baja intensidad, como diría don Jacinto, a las puertas de la taberna.
Desde que Podemos irrumpió en las gradas europeas, las máquinas de la derecha han hecho todo lo posible para crear "climas de opinión desfavorables" a los nuevos de la parrilla. Desde las tribunas de El Mundo, las plumas de Casimiro han intoxicado a sus lectores con argumentos falaces acerca de la financiación de Podemos y sus diálogos con ETA. Gracias a estas artimañas, provenientes de la caverna, se construyen corrientes mayoritarias, difíciles de desmontar por los críticos de la mañana. Tanto es así que cada vez que Pablo Iglesias sale en la tele se le pregunta por sus "tonteos" con Venezuela. Son tales torpezas, cometidas por pseudoperiodistas de la Cuatro, las que hacen que el rumor se convierta, para la mayoría de los mortales, en un argumento de verdad para las hemerotecas de la calle. Son, precisamente, estos juegos sucios – auspiciados por medios y partidos – los que hacen que se transgreda el derecho a la información veraz desde las trincheras de la demagogia.
En este país existe una opinión pública sesgada por los filtros de la derecha
La "espiral del silencio" le sirve al tejido mediático de este país para manipular al rebaño y llevarlo hacia sus pastos deseados. Manipular el rebaño, les decía, con los hilos de los partidos. Hilos que se esconden detrás de las cortinas editoriales y hacen de los lectores un sector alienado por las élites tóxicas del poder. Gracias a la espiral, Rajoy vende el "España va bien" de los tiempos aznarianos para mantener sus "barbas" en las aguas de La Moncloa. Mientras Mariano toca a "bombo y platillo" el estribillo de la re-cu-pe-ra-ci-ón, el paro sigue incrustado en las penurias de la calle; los salarios de los funcionarios continúan congelados desde los tiempos de Zapatero; el grifo del crédito, cerrado a "cal y canto" desde el rescate de Bankia; las viviendas, con los carteles de "Se Vende" desde el pinchazo de la burbuja y, la brecha de la desigualdad, cada vez más ancha entre los cuellos blancos del capital y las manos de la plebe. Gracias al estribillo pepero, las filas de Mariano consiguen que la mayoría de los españoles sueñen con la utopía, mientras leen los "cuentos chinos" que se escriben en las cloacas de la caverna. Cuentos chinos, les decía, que invaden las tertulias de los bares, e impiden a la crítica romper la espiral de Noelle.
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