Revista Cultura y Ocio

Cuentos Clásicos : El Ratoncito Pérez , de Luis Coloma

Por Arena
El cuento del Ratoncito Pérez es un cuento infantil muy popular en España y en los países hispanohablantes. Tanto es así, que cuenta con su propia casa-museo en Madrid, en la céntrica calle del Arenal, y emite sus propios diplomas y monedas ;)
Al parecer, fue el jesuíta jerezano Luis Coloma su difusor en España, ya que el personaje y su fábula tienen su adaptación en muchos otros países. En unos es un ratoncito, en otros un hada... aunque todos se llevan los dientes de leche de los niños a cambio de un regalo.
¡A disfrutar!
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cuento - ratoncito perez

© Delphine Doreau

Había una vez un ratoncito llamado Pepito Pérez, era un pequeño ratoncito que vivía con su familia en el agujero de la pared de un edificio de la ciudad. 
El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y no les faltaba la comida, porque vivían junto a una panadería y por las noches iban a buscar harina y todo lo que necesitaban para comer. 
Un día, Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Como era un ratón curioso, subió por las cañerías hasta llegar a la primera planta, y allí descubrió un montón de trastos: aparatos, sillones, flores, cuadros... Parecía que alguien venía a instalarse en el edificio.
Al día siguiente Pepito volvió a subir, y entonces descubrió algo que le gustó muchísimo: ¡habían puesto una clínica dental! ¡Qué divertido!
El ratoncito subía todos los días a ver trabajar al doctor, y apuntaba todo lo que veía en una pequeña libreta de cartón. De esa manera aprendió muchísimo, porque durante el día observaba al doctor y por la noche practicaba con su familia: a su madre le limpió muy bien los dientes y a su hermanita le curó un dolor de muelas.
Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso. Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara los dientes.
Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos sin dientes que querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que comían cuando eran jóvenes. 
El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones ancianos que confiaban en él. Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar.  Allí vió cómo el doctor le ponía unos dientes a un anciano. Eran dientes postizos, los hacían en una gran fábrica para que los dentistas los pusieran a las personas que no tenían. Pero eran unos dientes enormes, y no servían para ratones.
Cuando ya se iba a su casa sin encontrar solución, apareció en la clínica un niño con su mamá.  El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente fuerte y definitivo. El doctor se lo quitó y se lo dió de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: "Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente", pensó.  Esa noche, el ratoncito Pérez fue a la casa del niño y, cuando todos estuvieron dormidos, entró en su habitación. Encontró el diente de leche debajo de la almohada, así que lo cogió y, a cambio, le dejó al niño un regalito.
A la mañana siguiente, cuando el niño vió el regalo, se puso contentísimo. Contó a todos sus amigos lo que había pasado y desde entonces, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada por la noche. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un regalito.

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