EL MÁS PODEROSO
El más poderoso anuncia planes para terminar con el coronavirus. Uno, robarle fondos que pudiere tener depositados en cualquier banco. Dos, prohibir los suministros de alimentos y medicinas. Tres, ofrecer recompensa de quince millones de dólares por captura o muerte. Cuatro, todos los ciudadanos a inyectarse desinfectante para desinfectarse por dentro. Cinco, retirar aportes de la Organización Mundial de la Salud y negar toda reivindicación a médicos y paramédicos. Seis, movilizar todos los acorazados, portaaviones, cazas, bombarderos, submarinos y drones en desafiante maniobra por el Caribe para matar el virus de miedo. Su alocución concluye con sonoro estornudo. De inmediato es hospitalizado, pero en un siquiátrico.
LAS GARZASParece que alguien se trajo unas cuantas del estero de Camaguán para la laguna del Parque del Este, pero al rato ya levantaban vuelo para abarcar con la pureza de sus alas la mugre de la ciudad. Así podía un borrachito despertar en su cuneta en Sabana Grande y mirar una garza que aleteaba hasta fundirse con el cielo. Después algunos árboles en las riberas de cemento de la gran cloaca del Guaire aparecieron nevados de plumajes blancos y era una delicia fotografiarlos cuando el autobús pasaba a su lado. Después el rigor del bloqueo atormentó a los recogelatas que ya no tenían latas de cerveza que recoger y los fue empujando hacia esa cloaca interminable que alguna vez fue el río que atravesaba Caracas. Allí hicieron amistad con las garzas pues la pobrecía riega el cariño, aunque sostienen los malpensados que el sancocho de garza es el principal sustento de los indigentes que chapotean en el Guaire buscando quién sabe qué en esas aguas tan sucias capaces de envilecer cualquier tesoro. A veces en los matorrales cuyas raíces trepanan las riberas de concreto del vertedero aletean junto a las níveas garzas trapos que las garzas humanas han lavado o mejor ensuciado en las aguas abominables. Allí conviven entredevorándose sin mala fe, como los dolientes que una vez vi en Benarés bañándose en las escalinatas que dan al Ganges, río que arrastra las cenizas y a veces los descompuestos cadáveres de los que reencarnarán eternamente. Sólo que no destella entre las garzas la incondicional adoración de la muerte que día y noche afana los ceremoniales de Baranasi. Si algo demuestra que la vida lo resiste todo es el tranquilo rebusque de las garzas en el río de veneno del Guaire. Inútil investigar el secreto de la inmunidad en laboratorios o clínicas: las garzas que chapotean en el Guaire son invulnerables a todas las bacterias y virus habidos y por haber. Al verlas venir tiemblan las pandemias y los morbos se extinguen avergonzados. No temamos que nuestros errores y flaquezas por fin terminen con la vida en el planeta. Cuando todo concluya en la tierra todavía chapotearán en el Guaire algunos indigentes de desdentadas sonrisas y una que otra garza de engañoso plumaje.
Y SI
¿Y si con la misma energía y eficacia que combatimos el coronarivus, hubiéramos erradicado la asignación de dólares preferenciales para importaciones fantasmas y empresas de maletín, la dolarización con la cual compran el país los legitimadores de capitales, el bachaqueo con bienes subsidiados, la hiperinflación por complicidad entre empresarios y páginas web extranjeras, el contrabando de extracción, el paramilitarismo…?
