Revista Pareja

Cuentos de amor hermosos

Por Curiosity84 @Cartasdeamore

Son pocos los cuentos de amor que solemos compartir aquí en Cartas de Amor, pues normalmente nos enfocamos en ofrecerte textos que te sirvan para enamorar a esa persona que amas o textos que te permitan demostrarle al amor de tu vida cuanto la quieres, cosas que no son fáciles de demostrar si estamos en situaciones difíciles con la pareja. Estos cuentos de amor que te presentamos en el día de hoy son ideales para compartir en redes sociales o incluso para enviárselos a esas personas que amas o que quieres que vean lo romántico/romántica que eres. Si bien estos cuentos son bastante largos, difícil de publicar en Facebook o Twitter, pueden ser impresos para luego leerlos con esa persona que amamos o bien pueden ser “pegados” en nuestra estación de trabajo, si es que queremos claro está. En total son dos los cuentos de amor en los que hacemos hincapié hoy aquí. El primero de ellos está titulado como “El Viajero” y nos cuenta un poco de la historia por la que tuvo que pasar un viajero al momento de encontrar al amor de su vida. El otro cuento de amor es El Corazón Perdido, cuento de amor hermoso que nos muestra como a veces el amor no tiene distancias ni edades… EL CORAZÓN PERDIDO Yendo una tardecita de paseo por las calles de la ciudad, vi en el suelo un objeto rojo; me bajé: era un sangriento y vivo corazón que recogí cuidadosamente. «Debe de habérsele perdido a alguna mujer», pensé al observar la blancura y delicadeza de la tierna víscera, que, al contacto de mis dedos, palpitaba como si estuviese dentro del pecho de su dueño. Lo envolví con esmero dentro de un blanco paño, lo abrigué, lo escondí bajo mi ropa, y me dediqué a averiguar quién era la mujer que había perdido el corazón en la calle. Para indagar mejor, adquirí unos maravillosos anteojos que permitían ver, al través del corpiño, de la ropa interior, de la carne y de las costillas -como por esos relicarios que son el busto de una santa y tienen en el pecho una ventanita de cristal-, el lugar que ocupa el corazón. Apenas me hube calado mis anteojos mágicos, miré ansiosamente a la primera mujer que pasaba, y ¡oh asombro!, la mujer no tenía corazón. Ella debía de ser, sin duda, la propietaria de mi hallazgo. Lo raro fue que, al decirle yo cómo había encontrado su corazón y lo conservaba a sus órdenes de si gustaba recogerlo, la mujer, indignada, juró y perjuró que no había perdido cosa alguna; que su corazón estaba donde solía y que lo sentía perfectamente pulsar, recibir y expeler la sangre. En vista de la terquedad de la mujer, la dejé y me volví hacia otra, joven, linda, seductora, alegre. ¡Dios santo! En su blanco pecho vi la misma oquedad, el mismo agujero rosado, sin nada allá dentro, nada, nada. ¡Tampoco ésta tenía corazón! Y cuando le ofrecí respetuosamente el que yo llevaba guardadito, menos aún lo quiso admitir, alegando que era ofenderla de un modo grave suponer que, o le faltaba el corazón, o era tan descuidada que había podido perderlo así en la vía pública sin que lo advirtiese. Y pasaron centenares de mujeres, viejas y mozas, lindas y feas, morenas y pelirrubias, melancólicas y vivarachas; y a todas les eché los anteojos, y en todas noté que del corazón sólo tenían el sitio, pero que el órgano, o no había existido nunca, o se había perdido tiempo atrás. Y todas, todas sin excepción alguna, al querer yo devolverles el corazón [...]

Fuente Cuentos de amor hermosos


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