
Robert Aickman es uno de los más singulares autores de relatos fantásticos, poseedor de una escritura muy personal, de una limpieza inquietante, como esos paisajes de barrios residenciales americanos donde todo es tan luminoso y perfecto que nos obliga a pensar de inmediato en un reverso donde las cosas se muestren en su descarnada oscuridad. El componente “extraño” de los cuentos de este autor no se manifiesta a través de sustos, apariciones estremecedoras o buscados errores de apreciación motivados por un narrador poco fiable. Para él lo excepcional está imbricado en lo común, y en apenas un pasar de páginas el contexto realista donde transcurría la historia se ha convertido en “otra cosa” aparentemente similar, y nunca previsible. Hay un tono en la voz de los personajes que se transmite de manera natural a quien lee: el de la aceptación de lo fantástico, pero no a la manera de la sumisión kafkiana, sino como un elemento más de lo real, un elemento sin embargo completamente perturbador. Un nudo que hay que deshacer, un lugar de donde salir o a lo mejor quedarse.
En este sentido, el volumen cuidadosamente preparado por Atalanta (hay que seguir a esta editorial, siempre) contiene el relato que quizá defina mejor que ningún otro la poética de Aickman: “En las entrañas del bosque”, un cuento extraordinario que debería estar incluido en cualquier antología de narrativa corta. A través de él el autor construye una verdadera teoría de lo fantástico: se trata de aquella circunstancia que nos coloca en un nuevo estado de percepción. Nada que ver, por supuesto, con los efectos inducidos por la química, las patologías mentales o la búsqueda espiritual. Bien al contrario, es la propia realidad la que, sin apenas advertirlo, cambia el suelo bajo nuestros pies y nos traslada al otro lugar. Realidad que puede operar gracias a una conversación, un paisaje, un objeto cotidiano, unos hechos en apariencia banales… La protagonista de ese relato accede a un nuevo mundo, el de los insomnes, y descubre en ello una nueva forma de sabiduría, o digamos clarividencia, que proyecta luces impiadosas sobre su vida previa.
La tendencia atávica de los lectores a buscar “significados” por las vías del simbolismo o la intriga argumental quiebra en este caso. No hay nada que explicar, al igual que en una lección magistral donde se nos transmita conocimiento. Estamos ahí para aprender, y para aportar a lo que aprendemos. Así ocurre con la escritura de Aickman, y uno se pregunta de cuántos autores podemos decir lo mismo.
Libro para releer, para recomendar y para reconocer, en nuestro andar por la vida, las situaciones aickmanianas que los más afortunados se tropezarán. Los demás, llegado el caso, seguiremos esperando. Esperando a lo extraño.