(Dirigido por Yasujiro Ozu – Japón 1953)
Shukishi Hirayama (Chishu Ryu) y su esposa Tomi (Chieko
Higashiyama) son una pareja de ancianos que viven en la ciudad de Onomichi con
la última de sus hijas, Kyoko (Kyoko Kagawa). En el pasado Shukishi fue Jefe de
la Junta Educativa, por lo cual para él, la labor de educar o mejor dicho,
enseñar a pensar siempre fue una de sus principales preocupaciones tanto con
los alumnos como con sus hijos. Sus vecinos admiran (y envidian) a los Hirayama
por los hijos tan exitosos que tienen en Tokio. A ellos les atrae la idea de
visitar a sus vástagos, por lo cual arman su equipaje y viajan hacia dicha
ciudad en tren. Previamente hacen una parada en Osaka para ver por un momento a
otro de sus hijos, Keizo (Shiro Osaka).
Al llegar a Tokio son recibidos por su hijo Koichi (So
Yamamura) y su hija Shije (Haruko Sugimura). Mientras el primero posee una
Clínica y se desempeña como doctor, la segunda tiene su Peluquería y ahí tiene
todo un personal a su cargo y dirección. Se instalan en la casa de Koichi y
todos parecen estar felices con la llegada de la pareja. Es más, para completar
la escena, llega también a reunirse con ellos Noriko (Setsuko Hara) quien es
nuera de ambos (y viuda porque su esposo murió en la guerra). Noriko es una
mujer de una sonrisa mágica, increíble, que apuesta a la vida y a compartir con
los demás antes que pensar en sí misma. Para ella, la llegada de los ancianos
es como tener aunque sea por un tiempo la encarnación de su ya difunto marido
fundido en esas dos grandes personas tan sabias. Y es que ella valora lo que
significa ser un anciano y todo lo que siempre buscan transmitir a sus menores,
sabe también que un día ella también va ser de edad avanzada y va querer ser
escuchada y atendida en sus necesidades. Noriko es un alma compasiva, generosa,
virtuosa pero en soledad por las circunstancias de la vida.
No pasa ni un día que los ancianos se encuentran en
Tokio, cuando Koichi comienza a mostrar más preocupación por su trabajo que por
la estancia de sus padres. Shije es de la misma idea, no quiere dedicarles
tiempo a sus padres, es que el trabajo es más importante. Koichi y Shije le
sugieren a Noriko que ella se encargue de hacer pasear a los ancianos. Noriko
no tiene problemas en pedir permiso en su trabajo y hacer felices a los
ancianos. Los días pasan y los ancianos siguen sin decir cuanto tiempo se van a
quedar en Tokio, a Koichi y Shije les preocupa este tema porque “les quitan
tiempo a sus labores” (más allá que ni siquiera pasean con ellos ni le dan
cinco minutos, la única que lo ha hecho es Noriko). A Shije se le ocurre la
idea de enviarlos a una residencia donde los “atienden como se debe a los
viejos”. Koichi acepta la idea de inmediato, no ve las horas de deshacerse de
los ancianos.
Ir a aquel lugar lo único que provoca es que Shukishi y
Tomi tengan mal sueño y es más Tomi siente mareos. Ambos toman la decisión de
volver a su casa. Esta decisión de sus padres no es bien vista por Shije, quien
prácticamente los “desconoce delante de sus clientas” para luego “expulsarlos
de su casa”. Como son un “estorbo” en la casa de Koichi, a los pobres ancianos
sólo les queda repartirse, Shukishi con unos amigos del pasado y Tomi a la casa
de su excelente nuera Noriko.
Aquella noche nos va revelar mucho acerca del carácter luchador
de la pareja conformada por Shukishi y Tomi,
además del desprendimiento de Noriko. Al día siguiente vamos a descubrir hasta
donde puede llegar el individualismo (e indiferencia) de Shije y Koichi.
Pronto, un evento triste se producirá en la familia Hirayama, es en esas
circunstancias cuando la persona que muestra más aplomo sea precisamente la que
ha dado más amor: Noriko.
“Cuentos de Tokio” nos presenta una serie de situaciones
acerca de las familias y sus problemas actuales:
1ero. La falta de comunicación
Siempre he pensado que si tengo que decir algo importante
(no trivial) a un miembro de mi familia, lo medito bien y se lo digo. Espero
que aquel miembro actué de la misma forma. Sin embargo, no siempre ocurre esto.
Por prejuicios o prejuzgar no se dicen las cosas que tienen que decirse
llevando esta situación a que las personas hagan supuestos que finalmente
llevan a malos entendidos. Estas incomunicaciones son motivo de rupturas
familiares.
2do. La falta de un tiempo familiar por las largas
jornadas de trabajo
Comienza el día, tengo que trabajar. Termina el día, sigo
trabajando horas extras. Duermo. ¿En qué momento converso con los miembros de
mi familia? ¿En qué momento cuento como me ha ido en el trabajo, con quién me
encontré, a dónde fui, con quiénes estuve, de qué charlamos, que comí, etc?
Llegan los fines de semanas y sigo pendiente del trabajo
(el smartphone me tiene al tanto). ¿En qué momento le doy un tiempo a los míos?
3ero. El egoísmo donde cada quien tira para su lado
Finalmente se puede inferir que tanto el 1er como el 2do
punto de los problemas actuales de la familia son casi lo mismo. La pregunta es
¿Por qué ocurre eso? La respuesta es: Porque hoy en día las sociedades se hacen
cada vez más individualistas lo cual está llevando a un egoísmo
desproporcionado en cada ser humano que ya no piensa en el beneficio del grupo
sino en el beneficio propio. Algunos dicen “Yo tengo que destacar, ser exitoso,
los demás no me importan”. Este pensamiento está llevando a la humanidad a una
crisis mundial donde los valores se han puesto de cabeza. A muchos jóvenes les he
escuchado decir “Yo hago lo que me da la gana”. Les aburren las reglas. ¿Por
qué les aburren las reglas? Porque se han dejado dominar por la desidia y el
miedo.
Vivimos los tiempos del miedo. Solución: La familia.
¿Quiénes son los llamados a romper paradigmas actuales de crisis de valores?:
Madre y Padre. ¿Qué se recomienda que enseñen a sus hijos desde niños?:
Aprender a amar, respetar a su prójimo y a luchar y trabajar en el marco de los
valores más altos de la vida.
“Cuentos
de Tokio” es una obra maestra.
A continuación les dejo fotos-extractos con las mejores frases de la película: