La gracia del cuento debe estar en el impacto, en ese elemento que al lector lo abrume desde el comienzo, sea del género fantástico, o que por lo contrario, se deslice sobre la cotidianidad, sobre el día a día que a cualquiera toca. En la brevedad posible, el autor tiene la dura tarea de cautivar al lector, y digo dura, puesto que el primer párrafo debe sembrar de una vez la semilla, la chispa, el interés por lo que viene.
De lo dicho anteriormente, Cuentos en el espejo de Marianne Díaz Hernández, va de lo segundo, de lo sencillo (que no es lo simple), de aquello que toca a cualquiera dentro de una cantidad infinita de situaciones, que por triviales, no las vemos. El ojo de la autora se centra en lo que está justo al lado de uno, bien sea en el transporte público, en el supermercado, en la calle, y de manera más íntima, también muestra esa perspectiva femenina, esa que siente y padece desde el amor, estando bajo la ducha, aplicando una receta de cocina, buscando empleo o sufriendo la angustia por pagar la renta.
Cuentos en el espejo es ideal para leerlo en cualquier parte, pero en lo personal, mientras uno va de un punto a otro en la ciudad es perfecto (en dos estaciones de metro ya se lee un cuento). Aquí se refleja, más allá del placer por el lenguaje que evidencia la autora, el deseo ineludible por contar, hacer de cada relato un abanico de situaciones que a diario están allí esperando a ser descubiertas.
Importante: con este libro de relatos Marianne Díaz Hernández ganó el V Premio para Autores Inéditos de Monte Ávila Editores, Mención Narrativa.