Revista Cultura y Ocio

Cuentos neuróticos: Cautivos (fragmento)

Por Stelmarch @Stelmarch

cn

Prólogo

Quizás no sea una historia propia, o quizás resulte serla dentro de esta vorágine que es el mundo y sus constantes conexiones. Quizás deberíamos fijarnos en los puntos clave de las historias ajenas, esas que parecen estar a miles de años luz de las propias, esas que nos resultan extrañas e inconcebibles, porque no las consideramos como nuestras; pero hete aquí que un día, de repente, se contemplan con otra luz a través del cristal de la experiencia previa, esa que no suele trascender al mundo de las ideas si no es alumbrada por una chispa fugaz del entendimiento en un momento clave, y entonces se revela de golpe toda la intuición que yacía dormida en el poso del alma, haciéndonos considerar la vida como un gran pañuelo en el que todas las historias parecieran formar dibujos del mismo bordado y nada escapa a lo intrínsecamente humano, porque todo acaba siendo metáfora y resulta que, al final, la vida se vuelve una metáfora en sí misma y mi historia es la misma que la del romano que vivió hace miles de años. Así, una intrincada red se va tejiendo en torno a los seres humanos, una red en la que la época, el lugar, el tiempo en que se desarrollan no tienen valor, dejan de ser importantes per se, para dejar paso a lo universal y, revelándose unas en otras, perviven dándonos la clave de la existencia humana dentro del mundo.
Esta es mi reflexión sobre lo que les voy a narrar, esta es mi gran lección de vida que surgió de una de esas historias ajenas que ni siquiera fue historia y que se adherió a mi vida como un detonante para darle un tono diferente, un sentido distinto a mi supervivencia.

Valencia, 20 de mayo de 2060

Mi trabajo, en una empresa de reciclaje, consiste en separar y clasificar la basura. No es un trabajo que exija mucha concentración, es fácil, manual y tremendamente aburrido, pero sin embargo tiene su encanto. Ocasionalmente encuentro cosas buenas entre los desperdicios, sobre todo entre el papel, libros, revistas… Cosas que la sociedad deshecha como útil, y condena, sin piedad, al olvido. A veces veo mi trabajo como si fuera un salvador, la última oportunidad para todas esas cosas olvidadas y marginadas, despojos de una ciudad que aparta y condena lo inútil.

En cierta ocasión, muy temprano por la mañana, llegó un hombrecillo enjuto, de pelo blanco y serena mirada con unas cajas de cartón repletas de hojas de calendario. Provenían de la limpieza de no sé qué sitio extraño que no me quiso decir.
Desempaqué las hojas para organizarlas, algunas apenas se sostenían carcomidas por la humedad, y en otras podían leerse algunos fragmentos escritos de lo que parecía un diario inconexo. Todas ellas se remontaban varios años atrás y me invadió una morbosa curiosidad. Fue una labor de moros clasificar e intentar darle un sentido a aquellas hojas, todas mezcladas sin orden, y tuve que hacerlo a ratitos, en el trabajo. Cada día me fascinaba más y más aquella historia lejana, y todo el esfuerzo de rescatarla valió la pena. Ésta es la historia tal cual su autor la escribió.

De mi libro de relatos Cuentos neuróticos. 2ª edición digital y en papel en Amazon.

Cuentos Neuróticos eBook: Stelmarch: Amazon.es: Tienda Kindle


Cuentos neuróticos: Cautivos (fragmento)

Volver a la Portada de Logo Paperblog