“El canon del cuento” es un agregado del editor español. Como explica el mismo Bloom en la Introducción, no existe un canon del cuento, en buena parte porque no hay una figura preponderante en él. Y no parece que pueda haberla: “no es necesario cuestionar la dignidad de los cuentos, pero parece que a un escritor del canon hay que pedirle mucho más. Hemingway escribió Fiesta y no Ulises, lo cual quiere decir que su verdadero genio lo tenía para los relatos cortos y no para narraciones largas” (Pág. 229). Hay cuentistas que han iniciado una determinada “tradición” en la forma de hacer cuentos, como Kafka o Chejov, pero también hay muchos buenos cuentistas que no pertenecen a ninguna de estas filiaciones. Lo que no quiere decir que no haya jerarquías; las hay y, en buena medida, Bloom las establece en este libro.
Bloom selecciona 39 cuentistas y lamenta no poder incluir otros 11: Alice Munro, Saki, Edna O’Brien, A.E. Coppard, Frank O’Connor, Katherine Mansfield y enormes figuras anteriores como E.T.A. Hoffmann, Kleist, Tolstói, Leskov y Hardy. El libro depara muchas sorpresas. A Poe y a Conrad, por ejemplo, no les va muy bien.
Bloom es de uno de los pocos críticos que se atreve a establecer jerarquías. No son listas de sus gustos personales, al estilo de la que publicó Javier Marías. Bloom no se concede ese derecho; somete sus gustos y rechazos a un constante examen. Quiero terminar con una cita: “La era de nuestros modos de crítica literaria contemporánea pasará; quizás haya ya pasado. Las ficciones que se acomodan con toda presteza a seguir nuestros modos pasaran con ellos. Es posible que Nabokov, Borges, García Márquez o John Barth sean menos accesibles para la generación que venga después que para la nuestra”. La mala traducción va por cuenta de Páginas de Espuma.No creo que la crítica inaugurada por Bloom pase pronto. Creo, antes, que vendrán generaciones que sabrán apreciarlo mejor de lo que nosotros lo hemos hecho. Javier Vélez