Historia de flor, luz y madrugada
Días de flores son los días de muertos en nuestras montañas. Y si ayer la historia que les conté era de luz, estrella y madrugada, la de hoy es de luz, flor y madrugada.
Cuentan los más viejos de los viejos de nuestras comunidades, que nuestros más primeros ya vivían en rebelde lucha, porque ya mucho tiempo tiene que el poderoso sojuzga y mata. El poderoso lo es porque se bebe la sangre del débil. Así, el débil se hace más débil y más poderoso el poderoso. Pero hay débiles que dicen ¡ya basta! y se rebelan contra el poderoso y dedican su sangre no a engordar al grande, sino en alimentar al pequeño. Esto pasa así desde hace mucho tiempo.
Y si desde entonces hay rebeldía, desde entonces hay también castigo con el que el poderoso castiga al rebelde. Hoy hay cárceles y tumbas para castigar al rebelde, antes había casas de castigo.
Y 7 eran las casas de castigo que antes había para castigar al rebelde y hoy son también 7 pero otro nombre llevan.
Las 7 de nuestros primeros eran:
La Casa Oscura en su interior no tenía nada de luz. Pura oscuridad y vacío había en la Casa Oscura. El que ahí llegaba perdía el rumbo y se extraviaba y ya nunca volvía ni se iba, perdido se moría.
La Casa Fría en su interior tenía un viento muy helado y fuerte que congelaba todo lo que ahí se entraba, frío hacia el corazón y fríos los sentimientos. Lo humano de los humanos, pues, mataba,
La Casa de los Tigres tenía puros tigres que dentro estaban encerrados, hambrientos y feroces. Esto tigres se metían dentro del alma del que dentro habitara la casa y le llenaban el alma de odio a todo y a todos. Con odio y en odio, pues, mataba.
La Casa de los Murciélagos sólo poseía murciélagos que chillaban y gritaban y mordían, y mordiendo chupaban la fe del que se entrara y en nada creía ya, e incrédulo moría.
La Casa de las Navajas en su dentro tenía muchas navajas cortantes y afiladas y el que ahí se entraba quedaba cortado de su cabeza o sea de su pensamiento y así moría sin pensar ya, muerto del entendimiento.
La Casa Dolorosa puro dolor habitaba y tanto era el que tenía que de puro dolor enloquecía a quien la habitara y doliendo lo hacía olvidar que hay otro y diferente, olvidando y olvidado moría el muerto sin memoria.
La Casa Sin Gana tenía dentro un vacío que se comía todas las ganas de vivir, de luchar, de amar, de sentir, de caminar que tuviera el que la entraba y entonces vacío lo dejaba, muerto aunque vivo, porque vivo sin gana es vivo muerto.
Y éstas eran las 7 casas de castigo para el rebelde, para el que no aceptaba, inmóvil, que su sangre engordara al poderoso y su muerte diera vida al mundo de la muerte.
Y hace mucho tiempo vivieron dos rebeldes Hunahpú e Ixbalanqué se llamaban, también llamados los cazadores de la madrugada. El mal vivía en un profundo agujero, nombrado Xibalbá, del cual había que subir mucho para llegar a la tierra buena.
Eran el Hunahpú y el Ixbalanqué rebeldes en contra de los malos señores que habitaban la gran casa del mal. Y entonces los malos señores mandaron traer con engaños a Hunahpú e Ixbalanqué para que bajaran hasta su mala morada.
Engañados llegaron, pues, los cazadores de la madrugada y los malos señores los encerraron en la Casa Oscura y les dieron un ocote y dos cigarros. Les dijeron que debían pasar la noche dentro de la Casa Oscura y al día siguiente tenían que entregar el ocote completo y los dos cigarros enteros. Y un guardián habría de vigilar que toda la noche se viera la luz del ocote y de los cigarros encendidos. Si al otro día no estaban ocote y cigarros enteros, entonces morirían Hunahpú e Ixbalanqué.
Los dos cazadores de la madrugada no tuvieron miedo, no. Contentos dijeron que está bueno así como dicen los malos señores y se metieron a la Casa Oscura. Y entonces usaron su pensamiento y llamaron a la guacamaya, que era el ave que guardaba todos los colores, y le pidieron prestado el rojo y con él pintaron la punta del ocote y de lejos se veía como si estuviera encendido. Y el Hunahpú y el Ixbalanqué llamaron a las luciérnagas y le pidieron a dos su compañía y con ellas adornaron las puntas de los dos cigarros y de lejos bien que se veía como si los dos cigarros encendidos estuvieran. Y amaneció y el guardián informó a los malos señores que toda la noche había estado encendido el ocote y que mucho fumaron su cigarro los dos cazadores de la madrugada. Y contentos se pusieron los malos señores porque así tendrían buen pretexto para matar a Hunahpú e Ixbalanqué porque no cumplirían lo de entregar el ocote y los cigarros enteros. Y entonces salieron de la Casa Oscura los dos cazadores de la madrugada y entregaron enteros el ocote y los dos cigarros. Y mucho se enojaron los malos señores porque no tenían buen pretexto para matar a Hunahpú e Ixbalanqué y se dijeron entre ellos: “Muy y mucho inteligentes son estos rebeldes, busquemos pues una forma de matarlos con un buen pretexto”. “Sí”, se dijeron, “que duerman ahora en la Casa de las Navajas, ahí morirán sin remedio, cortado su entendimiento”. “No basta”, dijo otro señor del mal, “porque mucho entendimiento tienen estos rebeldes, entonces hay que ponerles un trabajo más pesado para que así no cumplan y, si no los matan las navajas, entonces nosotros tengamos buen pretexto para acabarlos”. “Está bueno”, se dijeron los malos señores, y fueron a donde estaban Hunahpú e Ixbalanqué y les dijeron:
“Ahora van a descansar y ya hablamos mañana, pero claro les decimos que mañana al amanecer queremos que nos regalen flores”. Y los malos señores se reían un poco porque ya habían avisado a los guardianes de las flores que no dejaran que nadie se acercara de noche a cortar flores, y que si alguien se acercaba, lo atacaran hasta matarlo.
“Está bueno”, dijeron los cazadores de la madrugada, “¿y de qué color quieren que sean las flores que habremos de regalarles?”.
“De colorado, blanco y amarillo”, respondieron los malos señores, y agregaron “y claro les decimos que si mañana no nos regalan estas flores coloradas, blancas y amarillas, entonces será una gran ofensa para nosotros y los mataremos”.
“No tengan pena”, dijeron Hunahpú e Ixbalanqué, “mañana tendrán sus flores coloradas, blancas y amarillas”.
Y se metieron los dos cazadores de la madrugada a la Casa de las Navajas. Y ya las navajas los iban a cortar en muchos pedazos cuando el Hunahpú y el Ixbalanqué las pararon y les dijeron “hablemos”. Se detuvieron las navajas y escucharon. Y así hablaron los dos cazadores de la madrugada: “Si nos cortan a nosotros poco tendrán. En cambio, si nada nos hacen entonces les daremos las carnes de todos los animales”. Y los cuchillos se estuvieron de acuerdo y nada les hicieron a Hunahpú e Ixbalanqué. Y por eso desde entonces los cuchillos son para cortar la carne de los animales, y si algún cuchillo corta carne de humano, entonces los cazadores de la madrugada los persiguen hasta hacerlos pagar su delito.
Y ya estaban Hunahpú e Ixbalanqué quietos en la Casa de las Navajas, completos y vivo su pensamiento. Y se dijeron: “¿Cómo haremos ahora para conseguir las flores que quieren los malos señores, si ya sabemos que han alertado a sus guardianes y éstos nos matarán si nos acercamos a cortar flores de sus jardines”. Y pensando quedaron los dos cazadores de la madrugada y entonces llegó en su entendimiento que necesitaban el apoyo de otros pequeños y llamaron a las hormigas cortadoras y les hablaron así: “hermanitas hormigas cortadoras, necesitamos que nos ayuden en nuestra rebeldía porque los malos señores quieren matar nuestra lucha”. “Sí pues”, les dijeron las hormigas cortadoras, y preguntaron “¿Qué hemos de hacer para apoyar su lucha contra los malos señores?”.
“Por favor les pedimos que vayan a los jardines y corten las flores coloradas, blancas y amarillas y acá las traigan, porque nosotros no podemos ir porque los guardianes tienen órdenes de atacarnos, pero a ustedes, como son pequeñas, ni las van a mirar y no se van a dar cuenta”. “Sí pues”, dijeron las hormigas, “estamos muy dispuestas porque de por sí lo pequeño tiene su modo para combatir a los malos señores, aunque muy grandes y poderosos sean”.
Y se fueron las hormigas cortadoras y eran muchas pero pequeñas y entraron en los jardines y los guardianes no las vieron porque eran muy pequeñas las hormigas. Y ya empezaron su cortadera y cargadera las hormigas y unas cortaban y otras cargaban, y unas cortaban y cargaban flores coloradas, y otras cortaban y cargaban flores blancas, y otras cortaban y cargaban flores amarillas. Y rápido terminaron y rápido llevaron las flores a donde estaban los dos cazadores de la madrugada. Al ver las flores muy contentos se pusieron el Hunahpú y el Ixbalanqué y así hablaron a las hormigas cortadoras: “muchas gracias hermanitas, mucho es su poder aunque pequeño, y como les agradecemos bastante, entonces siempre van a ser muchas y nada grande podrá acabarlas”. Y por eso dicen que las hormigas siempre resisten, y aunque muy grandes sean quienes las atacan, no pueden derrotarlas.
Al otro día llegaron los malos señores y los dos cazadores de la madrugada les entregaron las flores que querían. Y los señores malos ya estaban sorprendidos de ver que no los habían cortado las navajas, pero más se sorprendieron cuando vieron las flores coloradas, blancas y amarillas que Hunahpú e Ixbalanqué les entregaron y entonces mucho se enojaron los malos señores y se dieron a buscar más pretextos para acabar con los rebeldes cazadores de la madrugada.
Hermanos y hermanas:
Esta es la historia que nos traen nuestros muertos y así nos platican. Ellos nos traen su palabra para que nosotros la caminemos. Porque de por sí nosotros caminamos sobre nuestros muertos, sólo así avanzamos.
Y creo que esta historia que nos contaron a nosotros nuestros más primeros, y que yo les cuento a ustedes ahora en estos días de muertos, se puede caminar de muchas formas. Y todos los que somos pequeños nos encontramos en esta historia. Y en veces somos los cazadores de la madrugada ingeniando formas para resistir las mentiras de los poderosos y para eso traemos las luces de otros pequeños. Y en veces somos guacamaya que prestamos nuestros colores para pintar la resistencia. Y en veces somos luciérnagas que adornamos con luz la soledad de hermanos pequeños. Y en veces somos buenos entendedores para hablar y enderezar a quienes nos toman por rivales siendo otros sus enemigos. Y en veces somos hormigas que saben hacer, de sus ser pequeñas, fuerte lucha y apoyo para el que espera la muerte.
Y creo que eso somos todos, ustedes y nosotros, color, luz, buena palabra que convence y endereza, FUERZA PEQUEÑA QUE SUMANDO SE HACE GRANDE.
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
Subcomandante Insurgente Marcos.
La Realidad de los Pequeños, México, 1o. de noviembre de 1999