Revista Cine
CUERDA DE PRESOS (1956) de Pedro Lazaga
Publicado el 23 septiembre 2011 por Loquecoppolaquiera @coppolablogcineAl cineasta Pedro Lazaga se le conoce sobre todo por un “cine de barrio” entre cuyos principales exponentes se encuentran La ciudad no es para mí (1966), Vente a Alemania, Pepe (1970), la excelente Los tramposos (1958) o Los chicos del Preu (1967). Algunas fueron grandes éxitos del cine español de la época y han sobrevivido con mayor y menor fortuna. La mayoría de ellas, a día de hoy, se ven muy perjudicadas por el paso del tiempo, ya que fueron películas populares en su momento por reflejar los modos de vida de entonces y ciertas modas pensadas para el público de la época. Además Lazaga no goza del genio de Berlanga, Buñuel, Bardem o Erice. De hecho siempre fue considerado, ante todo, un artesano. Eso sí, un artesano capaz de realizar más de noventa películas a lo largo de toda su carrera, que se dice pronto.
Sin embargo hay un film que con estrella propia brilla en el interior de la filmografía de Lazaga. Se trata de su película menos conocida y, paradójicamente, la preferida por la crítica: Cuerda de presos. Este film, completamente olvidado a día de hoy, constituye una adaptación de la novela homónima de Tomás Salvador, Premio Nacional de Literatura en 1954. Cuenta la historia de una pareja de la Guardia Civil, quienes en 1890 reciben el encargo de trasladar a un criminal a pie desde un pueblo leonés hasta Vitoria, donde será juzgado.
Los títulos de crédito iniciales advierten que Cuerda de presos se beneficia del “Crédito sindical”, lo que en la época significaba que el film en cuestión estaba aprobado por el régimen franquista. Una evidencia que se deduce inmediatamente de ello es que el pensamiento único de la época hará mella en Pedro Lazaga de un modo u otro, y su mirada no será la de un auteur, no será completamente pura, no tendrá atisbo alguno de crítica.
Pese a todo, aunque el film esté realizado en cierta manera como forma de propaganda franquista utilizando al dignísimo Cuerpo de la Guardia Civil como pretexto, Cuerda de presos posee elementos cinematográficos del más alto nivel que merecen destacarse y rescatarla de esta forma de la peor de las condenas que puede sufrir una película: el olvido.
El camino que recorren hasta llegar a su destino los dos guardias civiles, el veterano Serapio (Antonio Prieto) y el joven Silvestre (Germán Cobos), sirve para mostrar las entrañas de una España profunda, reflejada en los personajes con los que se van encontrando. El uso del refranero español en la figura de Serapio, el cual aconseja en todo lo que puede a su joven compañero de fatiga, un novato recién entrado en la Guardia Civil, y el hecho de que sean dos los personajes principales quienes recorren los parajes españoles, no puede dejar de recordarnos a la pareja más famosa de la Literatura Universal: Don Quijote y Sancho Panza. El paralelismo es tal que nos negamos a creer que sea una simple coincidencia, ya que en un momento de la película se menciona incluso un episodio de otra cuerda de presos protagonizada también por guardias civiles, pero que en tal ocasión tuvieron que trasladar a unos galeotes encadenados. Los conocedores de la obra maestra de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, concretamente de su primer volumen, recordarán que en el capítulo XXII de la Tercera Parte, Quijote y Sancho se topan con “cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras”.
El análisis de la España profunda y oscura se refleja, además, en un primerísimo primer plano en la figura del condenado, interpretado magistralmente por Fernando Sancho. Su personaje está basado en un criminal real del siglo XIX, asesino de mujeres y niños, apodado el “Sacamantecas”, quien la imaginería popular acabó transformando en “El hombre del saco”, ser imaginario con el que se asusta a los niños pequeños.
Los personajes de Cuerda de presos están construidos de forma magistral. No sólo la pareja de la Guardia Civil sino también el criminal, quien por un lado es mostrado como un monstruo (en una secuencia se afeita con una vela encendida) y, por otro, hacia el final de la película, es mostrado con dosis de humanidad, al no guardar rencor a los guardias civiles, quienes cumplen con su deber. Asimismo la aparición de los personajes secundarios es breve pero significativa, y complementan sabiamente al conjunto del film.
Esta cinta, como no puede ser de otra forma debido a su hilo argumental, está rodada en su mayor parte en paisajes naturales, donde destaca la labor de fotografía de Manuel Berenguer que, unida a la perfecta puesta en escena de Pedro Lazaga, dan al conjunto de la obra una plasticidad magnífica gracias también al uso del blanco y negro. Los personajes quedan fusionados espléndidamente con los paisajes en una composición pictórica necesaria que da a la película cierto aire de western.
Cuerda de presos es un atípico film dentro del tan denostado cine español, no una obra maestra pero imprescindible para ser rescatado y mostrado a aquéllos que tanto critican lo que no conocen. Con esta película se reivindica la figura de un cineasta olvidado como Pedro Lazaga quien, debido al fracaso comercial sufrido por la misma, tuvo que someterse a los parámetros de un cine comercial que, si bien le dio trabajo durante toda su vida, le restó prestigio.
EDUARDO MUÑOZ
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