Este libro me lo regaló mi hermana (la Mamá en apuros), allá por 2011, y no ha sido hasta el 26 de diciembre de este año pasado que he decidido empezarlo. Tengo la manía de no llevarme el kindle cuando viajo, especialmente si es en avión, así que antes de aventurarme en el frío londinense, eché un vistazo a mis estanterías y rescaté de la balda de abajo este libro. Lo empecé entonces y lo acabo hoy, alternándolo con varias lecturas más, pero considerando cómo está siendo últimamente mi ritmo lector, no está nada mal.
Ignatius Perrish se despierta un día con una resaca descomunal, sin recordar más que un par de flashes de la noche anterior. Se mira al espejo y el dolor no es lo único que hay en su cabeza: le han salido cuernos. Unos cuernos retorcidos, en ambas sienes, que provocan que todo aquél que se cruza con él le cuente sus más turbios secretos.
Poco más quiero contar del argumento de esta novela, porque me parece interesante descubrirlo al ir pasando sus páginas. Es una novela que me ha gustado bastante, con un inicio muy prometedor, cierta flojera hacia la mitad y un final que, si bien no es perfecto, me ha parecido bastante decente. Algunas cosas eran previsibles, pero el conjunto ha sido estupendo.
Me ha gustado esta forma de intercalar hechos importantes para la trama en forma de enormes flashbacks, separándolo de la trama principal. Me han encantado los personajes, especialmente Lee. Me parece con creces el personaje más interesante del libro y el que provoca sentimientos más fuertes.
Quizá no va a ser mi mejor lectura de 2015 pero desde luego ha sido una gran forma de empezar el año. ¡¡Visita mi blog y déjame un comentario!!