Prácticamente mes y medio de ausencia en el blog, a modo de guardar silencio introspectivo, más que nada por si este vecino pasa desapercibido de todo tipo de bichos, incluidos los de dos patas, que muchas veces son los peores, y para los que no hay ningún tipo de vacuna, a no ser que utilices la indiferencia.
La otra vacuna, de la que se sigue hablando un día sí y otro también, hace ya un tiempo que este vecino del mundo recibió las dos inyecciones de AstraZeneca. Y tal como estamos en este momento, en el que practicar aquello de “la inmunidad de rebaño” no es viable por las diferentes mutaciones, la situación cada vez se parece más a aquel chiste en el que el médico te recomienda dejar defumar, aunque no vas a vivir más, pero se te va a hacer larguísimo.
Y el personal, muchos dando pataletas y tirando piedras a las fuerzas del orden público, para terminar cualquier botellón como ya es costumbre.
En algún momento, parte de la juventud ha mutado, como cualquier virus que se precie, y ha decidido en lugar de luchar por sus ideales, hacerlo por el botellón y la jarana más primaria.
Suena mucho a niños malcriados que amenazan con dejar de respirar para que se cumplan sus deseos.
Bien pensado, y aunque han pasado muchas décadas, hemos pasado del mayo francés del 68 y su ideario, a intentar que te practiquen, tras el botellón, un francés en el paraíso soñado del 69.
Todo debe de ser cuestión de prioridades y de la cabeza con la que se piensa. La misma que entre otras cosas ha diseñado las “no-fiestas”.
*FOTO: DE LA RED