Cuestión de expectativas

No recuerdo el tiempo en el que iba al cine sin tener información suficiente como para escribir un libro sobre la película escogida (de hecho en algunos años de mi adolescencia ni siquiera podía elegir entre varias salas), pero tenía que ser una agradable sensación enfrentarse a una historia sin expectativas. Ahora, me doy cuenta que éstas tienen mucha influencia en cómo disfruto o no de un largometraje y en la crítica que de ella decido realizar. Con tres de las obras que optan a los próximos Oscar a la Mejor Película las expectativas han vuelto a actuar con resultados diferentes. La primera de ellas que vi lo hice sin ningunas ganas. No tenía la mejor intención de verla, pero tantos críticos la loaban que me vi en la obligación, casi profesional, de enfrentarme a Dunkerque. Esperaba tan poco de esta recreación de la batalla de la II Guerra Mundial con el mismo nombre, que me sorprendí sintiendo la angustia de no poder salir de aquella playa. Aún me dura la impresión que me ha producido una película bélica, cuando no suele gustarme las cintas pertenecientes a este género.

En cambio, tenía muchísimas ganas, casi sentía desesperación, de ver La forma del agua, la película con la que Guillermo del Toro triunfa ahora en medio mundo. Esperaba tanto de ella que me dejó a medio gas, disfruté de la hermosa estética habitual en las obras del mexicano, y me entretuvo una historia bonita, sin más.

Por último, cuando afronté Tres anuncios en las afueras tenía la expectativa de encontrarme con un "dramón" lacrimógeno. En cambio, encontré unas interpretaciones soberbias, con un guión cargado de ironía y denuncia social que, además, cuenta con un final más que aceptable y poco habitual en esta temática.

No les cuento más. Y aún así he podido generar expectativas en ustedes si aún no han visto las películas. Lo siento. Ojalá encontremos una forma de volver a disfrutar del cine sin exceso de información...