Revista Cine
Cuestión de honor, sobre Cuestión de principios, de Rodrigo Grande
Publicado el 03 noviembre 2009 por CorreotomasQue es costumbrista, que tiene una puesta rígida, que Luppi se repite nuevamente, que esta historia ya la vimos mil veces, que los actores merecían mejores personajes, que el director perdió mucho en la adaptación. Todas contras, la mayoría, lugares comunes.
Sí, no fue muy bien recibida Cuestión de principios. Yo, sepan, no comparto.
La segunda película de este director rosarino, que elige contarla nuevamente en sus pagos, está protagonizada por Federico Luppi, quién encabezó la ópera prima de Rodrigo Grande, Rosarigasinos.
Luppi es un actor polémico. Es odiado y amado. En general, en las escuelas de cine, los profesores lo odian. Algunos críticos lo valoran, y otros lo defenestran. En menor medida, a Alterio le pasa igual, y por esas paradojas de la vida, en España son mejor valorados.
No niego que Luppi es el eterno puteador del cine argentino, reiterado alter ego de varios films de Aristarain, galán recio, hombre de pocas pulgas, de principios o sin escrúpulos, pero siempre en registros similares. Con ello, y a pesar de ello, es muy buen actor. Y aquí es claro que el objetivo con el director fue cambiar un poco ese ícono en sí mismo que representa. Luppi está tierno, humilde, amistoso, encantador. Es un digno protagonista de comedia, y se carga al hombro este film de 115 minutos, con su presencia absoluta.
Lejos, lo mejor de Cuestión de principios, es su guión. Buena trama, efectivos giros, pintorescos personajes, trabajados diálogos. Todo con una pátina de frescura, de espontaneidad, y una agilidad bien lograda del género por excelencia del film: la comedia.
Sí es cierto que no hay grandes riesgos ni ambiciones desde la puesta en escena, y que la fotografía no ayuda del todo en ciertas escenas. Pero la música acompaña perfectamente la historia, y el elenco se luce, quién más, quién menos.
Vale decir que Norma Aleandro no está en su mejor actuación. Por momentos, tiene tics que recuerdan a la Norma de El hijo de la novia, o a la insoportable madre de la nena en Cien veces no debo, aunque sean dos roles completamente diferentes.
Pero la sorpresa más agradable es el rol que le toca jugar a Pablo Echarri. El actor le saca el jugo a un personaje que ciertamente permite el lucimiento, y sabe afinar todas las cuerdas para destacarse en cada una de las escenas en las que aparece. Así como también son entrañables las composiciones de Pepe Novoa, Oscar Núñez y Oscar Alegre (en sólo una escena este último.)
Yo no vi Rosarigasinos, pero me basta este film para ponerlo entre las comedias más logradas últimamente del cine argentino. Creo que Fontanarrosa estaría orgulloso.