Revista Opinión

Cuestión de incentivos

Publicado el 06 diciembre 2016 por Elturco @jl_montesinos

Publicado en HeraldPost.es

Una de las cuestiones primordiales que determinan de que lado del río Pecos estás, podría resumirse en si  crees que debes protegerte de la Administración Pública o es la Administración la que vela por ti, o al menos debería. No se trata de estúpidos maniqueísmos, es una cuestión sencilla que puede servirnos para hacer una clasificación sencilla. Nunca está de más repetir que uno no tiene la maquinita de imprimir carnés. Y que eso de imprimir cosas oficiales da bastante grima a quien suscribe. Estar en uno u otro lado tiene necesariamente implicaciones sobre la apreciación subjetiva  que cada cual otorga a las acciones que la Administración lleva a cabo.

Uno, yo, no cree que las personas sean intrínsecamente buenas o malas sino que cada uno actúa en positivo o negativo según vengan las circunstancias y las motivaciones, según concurran los incentivos. Se podría concluir por tanto, que las asociaciones de personas deben guiarse de una forma parecida. No es exactamente así. Los grupos siempre, repito, siempre, tienen líderes y esos líderes, que dan los primeros pasos, determinan la dirección en la que la masa se mueve. Esos líderes son personas, no obstante, por lo que sí aplica lo dicho. Unos tienen motivaciones e intereses, otros los siguen, pero todo parte de lo mismo. No hay bondad o maldad. Hay incentivos. Ojo, que ser imbécil puede determinar motivaciones e incentivos con mucha fuerza.

Cuando uno piensa detenidamente en los incentivos que se producen en los sistemas democráticos, qué obtienen los líderes o sus seguidores, para estar en el poder o para ser simples funcionarios, se da cuenta que estos incentivos quedan bastante lejos del servicio público. Basta pensar que los políticos, directores de orquesta del cotarro, para mantenerse en el poder no han de gestionar más y mejor  la nación, sino gestionar mejor que el adversario el miedo, las filias y las fobias de los votantes, saber leer las mayorías y obrar en consecuencia. Desastres como la crisis del 2.008 a parte, que aun así tuvo como consecuencia un segundo gobierno de Zapatero, nos dejan a Rajoy gestionando el miedo a Podemos o, para los que ya peinen canas, a  Felipe González gestionando el miedo a la derecha y que nos quitan las pensiones. Mientras tanto, la corrupción campando por sus respetos. Pujol tampoco fue manco. Y qué decir de la paupérrima Andalucía. Y no me he salido de La Piel de Toro.

Supongo que a estas alturas incluso el lector menos avispado tendrá suficientemente claro de que lado me hallo. Los incentivos para gobernar y mantenerse en el gobierno, democracias incluidas – y precisamente en democracia – son absolutamente perversos, y por lo tanto el ciudadano de bien debe protegerse del gobierno, o al menos ser plenamente consciente, de que por algún lado acabarán pintando bastos. Decía Goerge Carlin que su primera regla era no creer nada de lo que el gobierno dijera. Yo discrepo ligeramente, no hay que creer nada que diga el gobierno a no ser que encaje con los incentivos perversos para mantenerse en el gobierno. No es cuestión de maldad. Lo es de incentivos.

Tenlo claro. Todas las actuaciones responden a motivos. Estudiad los motivos. No cuidan de ti. Cuidan de ellos mismos. No es por tu bien. Es por el suyo. Y todo esto venía a cuento del asunto de limitar el pago en efectivo a 1.000 euros. Pero me vale para las comidas de los comedores del cole o para los impuestos para las bebidas azucaradas. Piensa como actúas tú. No son extraterrestres. En los rinconcitos oscuros de los que no hablan con sus amiguetes, tienen la misma mierda que tú. Yo también la tengo. No voy a engañarte.


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