Revista Opinión

Cuestión de Marcas

Publicado el 20 diciembre 2011 por Gag

¿Por qué los chicles son cada vez más pequeños? Acabo de meterme uno en la boca y me he dado cuenta de lo abandonado que he tenido el blog esta semana, y es que tras mi enésimo descubrimiento de Twitter no puedo dejar de desperdiciar mi absurda creatividad en 160 caracteres. Por eso vuelvo para hablar de algo importante; ayer estuve en el supermercado como quien va de turismo a Benidorm, que ya hay que tener estómago por cierto, o ser muy admirador de Pajares y Esteso. 
Tras llenar la cesta de las cuatro cosas que necesitaba mis pies no me mandaron hacia la obesa y desganada cajera, parece que las buscan así en cierta cadena de hipermercados, si no que empecé a perderme en el increible laberinto de productos. Dicen que todos tenemos un sexto sentido para ciertos aspectos de la vida, y el mío parece ser fijarme en las cosas más absurdas del día a día, hay quien lo llama pop-art, pero mi madre prefiere definirlo como tontunas o "tira por delante anda".
Y es que no puedo evitar darme cuenta de detalles como que las Coca-colas, con esto de la crisis, vuelven a ser como cuando yo era un cabezón de cuatro años; con esa botella que no hay quien la coja para hacer botellón y la exacta cantidad calculada para que el cliente piense que por calidad-precio es la mejor, aunque después se dé cuenta en casa que no hay gas para tanto líquido, que a la tercera apertura del envase se convierte en café azucarado con componentes cancerígenos.
¿Y qué me dicen de los Bollycaos? Antes el que comía Bollycaos era de buena familia, eran el dulce de la burguesía acomodada; ahora al verlos ahí en la esquina baja de la zona repostera, flácidos y abandonados, sólo se puede pensar en que el tamaño no importa, por respeto al que fue y ya no es. Los Tigretones desaparecieron y ahora el dulce más mediático son los Dorayakis, el pastel de Doraemon, maldito gato cabezón. Yo siempre fui de Huesitos, ese clásico, imperturbable al paso del tiempo es como el Paul Newman chocolateado, todo un gentleman de la gula humana.
Otro gran duelo siempre ha existido entre Nutrexpa y Ferrero, o lo que es lo mismo Nocilla y Nutella; la primera mantuvo su reinado hasta mediados de los noventa, mientras que la segunda es como el cuñado que no te cae bien, pero que sabes que es mejor persona de lo que tú serás nunca. Ahora ambas se han empeñado en vendernos que pueden formar parte de un desayuno equilibrado, supongo que se refieren a que a los gorditos siempre ha sido más difícil tirarlos al suelo.
Las marcas siempre fueron marcas, por mucho que se impongan las llamadas blancas, hay cosas que no cambian. Quien es de Conejo, lo es para toda la vida; eso me pasa a mí con la Central Lechera Asturiana, siempre he dicho que para la leche hay que ser pijo porque de lo que se come se cría. En fin ya termino, tengo que levantarme hasta la chaqueta para coger otro chicle, y es que en el cuarto de hora que he tardado en escribir este artículo ya me sabe a goma quemada, debe ser que el señor Smint pensaba que debían durar lo mismo que sus caramelos...
Cuestión de Marcas.


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