
Por José Daniel Rojo
Que Manzanares está escribiendo una página importante en el mundo de la Tauromaquia es evidente. Que el público va a la plaza a ver salir por la puerta grande a Manzanares es otra evidencia. Entra en el pack. Se vende junto y no lo podrán adquirir ustedes por separado. Estas palabras salen, precisamente, de un manzanarista, o como se diga, reconocido. Nunca me ha importado alzar la voz para pronunciar que Manzanares es el torero que, hoy día, más me emociona pero siendo consciente de que hay algo que no termina de convencerme. Cargar la suerte; posiblemente sea eso lo que echo en falta. Sin embargo, me planteo la duda de si tal condición es sumamente importante. Sonaron algunas protestas desde el tendido, eclipsadas en su mayoría por la muchedumbre que, presumiendo de clavel, querían ver al torero de moda por la puerta grande.
Manzanares toreó, sí pero… pero lo de siempre: faltó algo. Quizás lleve razón mi amigo Agustín Hervás cuando afirma que estamos ante el toreo moderno. Yo prefiero pensar que con la estética, torería y profundidad de Manzanares es suficiente y que ese algo que, según mi parecer, falta, daría lugar a la perfección que daría al traste con las aspiraciones de ver otra época mejor. La perfección en el torero no puede o no debería existir, en caso contrario estaríamos asistiendo al final de la llamada Fiesta Nacional.
Faltó algo pero ejecutó la suerte suprema “casi perfecta”, en los medios y recibiendo. Eso solo, en cualquier otra época hubiese valido una oreja. Sin embargo nos topamos con una afición madrileña que se ha apuntado a la moda, maldita moda, de dar orejas a diestro y siniestro. Fue excesivo el premio y lo más curioso de todo es que muy poquita gente protestó. Yo creo que nadie. A lo mejor cualquier día vuelve la moda de protestar. Siempre se ha dicho que las modas vuelven.
En otro tiempo Las Ventas no habría permitido semejante triunfo cuando, para empezar, los toreros, de moda, liaron otro follón en los corrales. Mucha casualidad que siempre sea con los mismos toreros, ¿no creen? Al torero se debe de medir con y por todo y la actitud de sus apoderados en los corrales debe ser también juzgada por la afición en los tendidos. No podemos exigirle al torero modesto el Toro-Toro y sin embargo a la figurita que por ser socio del G-10 se beneficia de una disminución en el tamaño y trapío de los toros, permitirle que triunfe con cualquier cosa por delante. Será cuestión de modas, digo yo.
Lo más curioso de todo es que los periodistas taurinos también se suman a las modas. ¡Sálvese quien pueda! Mi admirado Antonio Lorca, que manifiesta su disconformidad con que las figuras no sean capaces de lidiar una corrida completa en Madrid, cae rendido sin embargo al toreo de Manzanares sin ponerle un pero.
Llegados a este punto pueden ocurrir dos cosas: o que efectivamente sea cuestión de modas ó que lleve razón la señora que, cuando veía a su hijo desfilar, afirmaba aquello de “todos llevan el paso cambiado menos mi hijo”.