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Cuestión de principios

Publicado el 06 mayo 2010 por Joaquín Armada @Hipoenlacuerda

Una novela puede comenzar con las campanadas silenciosas de un reloj digital. “Era un día frío y radiante de abril y los relojes daban las trece”. Con el olor de un veneno. “Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”. O con una presentación que es también una orden. “Llamadme Ismael".

Una novela puede comenzar con el recuerdo de un niño atrapado en los ojos de un viejo. Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. O con una declaración de amor. “Era un placer quemar".

Una novela puede comenzar con una pesadilla que se inicia al abrir los ojos. “Una mañana, al despertar de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se encontró en la cama transformado en un insecto monstruoso”. O con un hombre encerrado en el vacío. Hoy, mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé.

Una novela puede comenzar con una pregunta que no podemos contestar. “¿Encontraría a la Maga?”.  O con el paladeo de un nombre. “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo-li-ta".

Una novela puede comenzar con la peineta de un poeta. “Cuando me arranco al bosque de los sueños, a la selva oscura del dormir, y me cobro a mí mismo, me voy lentamente completando. Porque he dejado de interesarme por mis sueños. A la mierda con Freud”. O con la verdad de un mentiroso. “Todo esto sucedió, más o menos".

Una novela puede comenzar con una frase tan genial como éstas, que no garantizan nada y lo prometen todo. Pero sólo Ana Karénina se inicia con una frase que contiene la gran verdad del mundo. La leo una y otra vez en la magnífica edición que acaba de editar Alba y que me acabo de regalar.  La leo en voz alta y pienso que en ella Tolstoi encierra el secreto de la literatura. Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo”. Es un principio imbatible.

23/02/10


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