Cuando estaba embarazada y me preguntaban si prefería niño o niña tenía clarísimo que quería un varón. La gente pensaba que era porque, como muchos por entonces, que el primero fuera niño suponía que encabezara la descendencia un 'protector' (menuda gilipollez, a la vista de lo que una se encuentra después en la vida). Pero no, mis razones eran otras. Sabía, sin lugar a dudas, que un niño lo iba a tener mucho más fácil.
Los años no han hecho más que confirmarme que tenía razón: los varones nacen con ventaja. Al margen de las sabidas, relacionadas con que vivimos en un mundo en el que los hombres dominan y tienen más privilegios, hay otras puramente biológicas, algunas de las cuales he mencionado en otra entrada en este blog.
Enfrentarse a un mundo ya de por sí desigual con los inconvenientes que conlleva la menstruación o el embarazo no es moco de pavo pero tratar de llegar a la misma meta con la menopausia es para medalla de oro. Entiendo el mérito de nuestras madres o abuelas, que tenían que pasarla unida, habitualmente, a un nido que se iba quedando vacío y con él también sus vidas, en muchas ocasiones sin contenido porque no llegaron a trabajar y porque había una dependencia del hombre que les impedía moverse con autonomía. Pero nosotras..., nosotras que hemos sido madres tardías pasamos por la menopausia a la vez que por la adolescencia de nuestros hijos (sumen defecto con exceso de hormonas), en plena vorágine laboral, con una casa a cuestas y tratando de recuperar un ocio que se nos fue quedando por el camino porque no había tiempo para él.
Sin ánimo de generalizar, porque cada una es un mundo, la menopausia es una mierda. Que me venga un ginecólogo a decir que nos hagamos amigas de nuestro climaterio, que no es una enfermedad (eso ya lo sé, que no soy imbécil) y que saquemos la parte positiva (¿que se acaba? y a algunas no definitivamente nunca) me costó no volver a la consulta de un señor que, no es que no supiera de lo que hablaba, algo obvio, sino que tampoco era capaz de empatizar. Es un peaje más que nos toca junto a otros muchos por el hecho de ser mujeres y lo mejor que puedo decir en su favor es que cuando se ve la luz al final del túnel estás tan aliviada por recuperar el sueño, el ánimo y la temperatura corporal normal que casi se agradece haberla pasado.