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Cuestión de suerte

Publicado el 06 mayo 2010 por Joaquín Armada @Hipoenlacuerda

“La caída de la Bolsa precipitó la crisis de la Banca (…) El dinero se evaporó, lo que provocó un rápido declive de la producción industrial y, finalmente, la caída de la demanda, puesto que ni consumidores ni empresarios disponían de recursos para la adquisición de recursos. A finales de la primavera de aquel año, la depresión económica afectaba a todo el país: las fábricas cerradas y las multitudes de desempleados eran sus signos visibles”.
¿Una descripción de nuestra primavera? No, pero casi. Admito que la cita tiene una pequeña trampa: donde pone país, Eric. D. Weitz escribe Alemania. “La Alemania de Weimar” es una historia de la primera experiencia democrática alemana, un relato apasionante de un período histórico breve, turbulento y fundamental para la historia europea. Weimar nace de una derrota militar y acaba en la dictadura terrible del Tercer Reich de Hitler.
Entre 1918 y 1933, una generación de alemanes sufrió una guerra brutal, la desaparición del Imperio y la llegada de la república, la ruina económica y sus billetes de un billón de marcos, (sí, no hay errata), el renacer económico y la casi inmediata depresión, y, por fin, la resistible ascensión de Arturo Ui y sus secuaces nazis. Como la república española, Weimar luchó contra una amplia nómina de enemigos internos, de la extrema izquierda a la extrema derecha, intelectuales que articularon el discurso nazi y clérigos católicos y protestantes que incendiaron a sus fieles.
En mitad de este clima político de cambios casi constantes, Alemania vivió su etapa cultural más brillante. Mientras Murnau y Lang inventaban un nuevo cine, Grosz y Dix retrataban una sociedad burguesa que detestaban y necesitaban. La retahíla de nombres propios podría continuar hasta convertir este artículo en una serie de negritas inacabables, todo al ritmo de la opereta de Kurt Weill pasado por la garganta de Nick Cave.
Deformación profesional que empieza a asustarme, las páginas que más me han gustado de este ensayo son las dedicadas a la historia económica de Weimar, una montaña rusa que empieza con Alemania encadenada a las sanciones económicas de los aliados victoriosos y culmina en la durísima depresión del 29 tras atravesar una inflación zimbabuana. Es horrible y fascinante ver cómo los empresarios alemanes, los mismos que al margen de etnias financiarían a Hitler, copian la cadena de montaje de Ford pero no sus salarios… La Alemania de los años 20 se convirtió en una especia de China de la época. “Lo que más valoraban los empresarios y directivos era la subordinación”, escribe Weitz. Y luego llegaron los nazis.
Berlín Alexanderplatz”, de Alfred Döblin, “Adiós a Berlín”, de Christopher Isherwood, o los novelones de Thomas Mann permiten acercarse a Weimar a través de la ficción. Sin embargo, mi novela favorita es “Una princesa en Berlín”, de Arthur R.G. Solmssen. Una historia que, sorprendentemente, todavía no ha saltado a la gran pantalla y en la que aparecen personajes reales como el industrial y político Walter Rathenau, autor de esta frase inolvidable que sin duda olvidaremos: “La economía es cuestión de suerte”.


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