Revista Diario

Cuestión de tiempo

Por Desmadreando @desmadreando

Spoiler: Si pretendes ver la película mejor no leas éste post ¡y vuelve después!

Todo es cuestión de tiempo. Incluso vivir. Pero siempre queremos saber qué pasará, cómo será la vida y pocas veces nos detenemos a ver los detalles que configuran cada uno de nuestros días. Éste es el planteamiento principal de la película “About Time” (Cuestión de Tiempo) de Richard Curtis.

Cuestión de tiempo
Si les digo la verdad me dejé llevar por el cartel y por la aparición de Rachel McAdams. Digamos que pensé que sería una chick flick perfecta para una tarde lluviosa en donde poder disfrutar con mis dos sobrinas pubertezcas (una de 17 años y otra de 14) un momento inolvidable. ¡Y lo fue! Pero no por ser una chick flick si no por compartir “tiempo y perspectiva con ellas”.

Con una bolsa de palomitas, un gofre bañado en chocolate y unas gominolas variaditas llegamos tarde al cine. Entre risas disfrutábamos de nuestra compañía. Ellas -mis sobrinas- quizás no lo saben pero fueron las que me enseñaron a “ser madre” y a desear con todas mis fuerzas tener siete niñas. Ellas fueron los primeros bebés que acuné de carne y hueso. El primer parto que asistí y decidí que que quería estudiar medicina.

Recuerdo como si fuese ayer la cara de angustia de mi hermana en el primer baño de mi sobrina mayor y mi madre enseñándole como sujetarle el cuerpecito con una mano y con el otro darle con la esponjita. Aún sigo sin olvidar lo que significó que el día que me graduaba, mientras daba el discurso de fin de curso, toda mi familia se levantase de golpe- yo ilusamente pensando que era de la emoción de mis palabras- cuando en realidad era para salir corriendo al hospital: mi sobrina pequeña recién nacida ingresaba en la UCI. Ver a ese bebé frágil entre paredes de cristal y mi hermana tocando sus manitas a través de la incubadora mientras vestía mi toga de graduación ha sido sin duda uno de los momentos que desgarran tú vida. Y sin embargo es “cuestión de tiempo”.

Aquí las tengo a las dos. De visita. De vuelta a casa después de un par de meses intensos en su primera experiencia estudiando en “otro país” y ahora son “mujercitas”. Es cuestión de tiempo…

Llegamos tarde al cine -el tiempo siempre es relativo- y nos sorprendió ver “el tipo de película”. No era una peli americana al puro estilo Hollywood.

-¿Pero qué es esto tía? ¿Qué nos has traído a ver?”- mientras recibíamos los shhhhhh correspondientes del cine para que guardásemos silencio y el actor principal, Tim, se encerraba en su ropero para “viajar en el tiempo”.

Tim Lake (Domhnall Gleeson) es un chaval de 21 años que tiene la extraña cualidad de poder viajar en el tiempo, como su padre y el resto de hombres de su familia. Todo es tan fácil como meterse en un armario cerrar los puños y ¡PUM! puede ir al momento que quiera del pasado. Esto con el afán de “hacer lo correcto”.

¡Enorme cualidad para un jovenzuelo! Y lo mismo dijeron mis sobrinas: -¡WOOW! ¿Te imaginas? ¡Poder volver en el tiempo y “hacer lo correcto” para que el güey (tío) que te guste te haga caso y sea tú novio!

¡Ayayayayaya! En esa edad todo se resume al amor. Bueno en todas las edades.

La película transcurre viendo todas las peripecias que tiene que hacer Tim, el prota, pues al ser pelirrojo (parece que eso da mala suerte) le rompen el corazón y no triunfa nada con las tías. Pero al tener el don de viajar en el tiempo al menos puede corregir sus errores y salir airoso. Y no sólo eso, si no que logra conseguir que el amor de sus sueños – Mary (Rachel Mcadams) se convierta en su mujer.

Ésta primera parte de la película es floja y predecible pero algo te dice que “tiene que pasar algo más”. Y en efecto. No todo es tan bonito en la vida. Es “cuestión de tiempo” para saber que las pruebas más difíciles llegan tarde que temprano.

Es así como Tim, después de casarse con Mary y tener a una niña, tiene que decidir salvar o no a su hermana de un choque automovilístico y de ser una alcohólica. Tim le confiesa su hermana el don que tiene y viaja en el tiempo para solucionar su vida, pero al volver al presente se da cuenta ¡que ahora tiene un niño no una niña! ¿Cómo es esto posible? El padre de Tim (Bill Nighy) le explica que siempre puede viajar al pasado a un momento determinado, pero que cuando se tiene hijos la cosa cambia ya que el momento de la concepción es imposible de acertar. Por ende, si uno decide cambiar el pasado al tener hijos irremediablemente cambiará qué hijo le tocó. Un giro sorpresivo que pone en una decisión dura al protagonista: ¿su hermana o su hija?

Bajo esta premisa, Tim decide volver a su vieja vida con su hija y  decide mejor no salvar a su hermana utilizando su don. Lo haría de la manera tradicional cuidando de ella. Todo vuelve a su camino hasta que un día la madre de Tim llama por teléfono para decirle que su padre se está muriendo. Cáncer.

Tim vuelve a su casa situado en la campiña inglesa y le pregunta a su padre qué por qué no lo evitó. ¡Si el podía volver al pasado y hacerse estudios cuando aún hubiese tiempo de hacer algo! Pero el padre le dice que fue por culpa del cigarro y que dejar de fumar hubiese significado viajar en el tiempo -antes de que ellos nacieran- y por ende “cambiar de hijos”. Uno siempre decide su vida. Curiosamente.

El padre muere. No obstante, Tim no deja de verlo. Tiene la gran fortuna de viajar en el tiempo y seguir compartiendo con él muchos momentos, muchas pláticas hasta que llega el día que Mery- su mujer- le pide tener un tercer hijo. Eso significaría no más viajes al pasado. No más “ver a su padre”. Desgarrador.

El día antes de que su mujer de a luz va a despedirse de su padre y éste le confiesa que ha descubierto el secreto de la felicidad. Como padre le recomienda que a partir de ahora viva cada día de su vida dos veces: la primera vez totalmente normal y rutinario, pero cuando “lo reviva”, la segunda vez, que se fije en los hermosos detalles que se viven en la rutina y que hasta el día mas terrorífico y pesadillesco es hermoso justo por ser “único”.

Es cuestión de tiempo. Tim descubre ese secreto y lo aplica en su vida pero es tan cansado vivir dos veces que mejor decide aplicar el: “CARPE DIEM” vivir una sola vez pero “el momento”.

Tim va a abrazar a su viejo para despedirse y su padre le pide un último favor: hacer un viaje al pasado juntos.

El padre toma de la mano a su hijo y se meten en el armario. En eso vemos como son transportados al pasado en donde el padre es joven y el hijo es tan sólo un niño de seis años y ambos están corriendo libremente por la orilla del mar disfrutando de un momento inolvidable.

Los padres vivimos a través de los hijos. Nuestro tiempo comienza a ser el suyo. Es curioso como a pesar de no poder parar de llorar como buena embarazada que soy y de envidiar al protagonista por poder compartir con su padre muchos momentos tengo que aceptar que si volviera el tiempo atrás sería para volverlo a compartir con mi hija.

A penas son dos años y algunos meses de Fetín pero se que es cuestión de tiempo para que mi vida sin ellos no tenga sentido.

Es cuestión de tiempo queridas sobrinas…el amor siempre es el motor para querer hacer lo correcto pero cuando eres madre “el amor a tus hijos” lo es todo…

Hace mucho no lloraba tanto y tan rico pero sobre todo hace mucho no compartía tiempo y perspectiva con esas Mónicas del pasado…

¿Y si cada instante de tú vida viniera con una segunda oportunidad lo vivirían igual?…Yo si.

 


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