Antes de comenzar hemos de detenernos un momento en comprender qué era un "lugar sagrado" para los antiguos mayas, qué sitios eran considerados sacros y cuales no, así como qué significado guardaba para ellos todos esos lugares. A día de hoy sabemos que los lugares sagrados para los antiguos mayas podían responder a dos patrones, siendo un lugar sacro bien aquella ubicación donde el ser humano se encuentra con los dioses o bien donde lo sagrado se manifiesta a los hombres, es decir, en ninguno de los casos se trataba de una elección humana, sino sitios donde se ha producido una manifestación extraordinaria de los poderes sobrenaturales, lo que se suele conocer como hierofanía o kratofanía.
Una vez comentado qué es un sitio sagrado para los antiguos mayas vamos a pasar a enumerar y a explicar brevemente cuáles eran estos lugares sacros. Tal y como podemos imaginar los podemos dividir en dos tipos:
- Lugares Sagrados "Artificiales" (creados por el hombre): levantados en sitios que han sido escenario de la epifanía de las fuerzas sagradas y que, por sus peculiaridades, se asemejan a los sitios primigenios creados por los dioses. El ejemplo más claro de éstos serían los impresionantes complejos ceremoniales de las ciudades mayas.
- Lugares Sagrados Naturales: aquellos ámbitos no habitados por el hombre y que están fuera de todo control humano, ya fuesen cuevas, bosques, fuentes de agua... No hemos de pensar que se tratan de lugares de una menor importancia que los anteriores ya que tenemos constancia de que en muchos de los casos los ritos y ceremonias en honor de determinadas deidades en estos lugares naturales se mantuvieron durante la época colonial (e incluso a día de hoy quedan comunidades mayas que siguen manteniendo vivo el culto a estos lugares sagrados). De manera que ha quedado registrado en las crónicas el culto que los mayas tzeltales de Oxchuc realizaban en 1684 en el monte Ik´alaju o el culto que los mayas ch´oles realizaban en 1676 al dios de los cerros "Escurruchán" (referido así en las crónicas). El hecho de que las comunidades mayas del momento realizasen sus rituales en estos lugares naturales puede ser visto como un resultado del haberse visto despojados de sus espacios sagrados, aquellos que había creado su cultura, siendo forzados a privilegiar el único componente del binomio (lugares sagrados artificiales y lugares sagrados naturales) que aún les quedaba: los espacios naturales. No obstante esta visión no se correspondería íntegramente con la realidad, ya que el vínculo existente entre los antiguos mayas y los espacios naturales era muy fuertes en muchos casos, como cenotes sagrados de Cozumel o de Chichen Itzá que serían dos ejemplos válidos, tal fue la importancia de éstos que se los llegó a privilegiar frente a los lugares sagrados artificiales como podían ser los grandes complejos ceremoniales de las grandes ciudades del momento.
Satunsat de Oxkintok
1) Cueva como metáfora de la muerte. Al igual que sucedería en el "libro de los consejos" o Popol Vuh cuando diversos personajes descienden al inframundo para enfrentarse a los dioses que en él moran (los hermanos Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú y, posteriormente, los hijos del primero Huanahpú e Ixbalanqué), las máximas entidades religiosas y políticas del mundo maya habrían de emular las proezas de sus héroes. Para ello el Ajaw habría de internarse en la gruta, produciéndose así su muerte ritual y descendiendo así al Xib´alb´a de donde habría de emerger victorioso sobre la propia muerte, es decir, el Ajaw bajaría al inframundo (muriendo ritualmente para ello), se enfrentaría a los peligros que en él le aguardaban y saldría victorioso de él, renacido, vencedor de la propia muerte. Tal era la importancia de las cuevas en este tipo de rituales que en aquellos lugares donde no existían grutas naturales se llegaron a crear, como sucedió en el caso del sitio arqueológico de Oxkintok donde, a falta de este elemento natural, se edificaría su famoso "laberinto de Oxkintok" o Satunsat, una construcción laberíntica que trataba de imitar esas cuevas que conectasen el mundo terrenal con el supranatural, tal y como menciona el doctor Rivera Dorado:"(...) los que entraban en la cueva artificial recorrían la senda que llevaba a los infiernos, (...) en el Laberinto de Oxkintok penetraban los señores (...) para sufrir una muerte ritual y obtener los secretos de la resurrección y de la vida y para lograr la capacitación para ejercer el poder. (...) Y tanto el astro como el héroe Huanahpú [así como el Ajaw que descendiese al Satunsat] mueren, descienden a los infiernos y renacen más vigorosos y pujantes para traer la esperanza a los hombres y la prolongación del tiempo y de la existencia. (...)"RIVERA DORADO, M.; La ciudad maya, un escenario sagrado; Editorial Complutense; Madrid, 2001; pp. 224-226
Dintel 24 de Yaxchilán en el que podemos
apreciar un autosacrificio ritual donde
la mujer (agachada) atraviesa su lengua
con una cuerda espinada
3) Cueva como morada de deidades. Ya en último lugar hemos de hablar de las cuevas como morada de los seres sobrenaturales, tal y como se las refiere en multitud de ocasiones en la mitología maya. Suelen estar vinculadas con seres relacionados con el inframundo, los antepasados y la muerte, como podían serlo los jaguares (vinculados con el inframundo), los colibríes (considerados como los mensajeros de los antepasados) o las aves nocturnas (agoreras de peligro, enfermedad y muerte). También estarían relacionadas con las divinidades, siendo el hábitat de Tzultacah el dios morador de las cuevas, dios del cerro y señor de la tierra cuya principal función sería la de la protección de los campos y los cultivos. A modo de conclusión voy a compartir una magnífica plegaria a este dios hecha por un cazador anónimo y recogida por Karl Sapper (geólogo alemán del siglo XIX) mientras realizaba un trabajo de investigación en las Tierras Altas:
"La ofrenda que os traigo no es grande en verdad y pienso que servirá de poco a la hora de alimentaros y que tampoco os saciará la sed. La aceptéis o no, pienso y digo, oh Dios, que sois a la vez mi padre y mi madre. Ahora podré dormir bajo vuestras plantas, bajo vuestras manos, oh Señor de las montañas y de los valles, Señor de los sarmientos y de las lianas. Mañana cuando sea de día y cuando nuevamente aparezca la luz del sol no sé dónde estaré. ¿Quién es mi madre? ¿Quién es mi padre? Solo tú, oh Señor, tú que me proteges en cualquier camino, en cualquier momento de oscuridad y ante cualquier obstáculo que puedes retirar si quieres. Oh tú, mi Señor, Señor de las montañas y de los valles."HAMMOND, N.; La civilización maya; Editorial Istmo; Madrid; 1988; pp. 310-311
Referencias bibliográficas:-GARZA CAMINO, M. (de la), y NÁJERA CORONADO, M.I. (Coord.); Religión Maya; Editorial Trotta; Madrid; 2002- HAMMOND, N.; La civilización maya; Editorial Istmo; Madrid; 1988-RIVERA DORADO, M.; La ciudad maya, un escenario sagrado; Editorial Complutense; Madrid, 2001