por Francisco Alcaide Hernández
Hace algún tiempo, charlando con el Director General de una gran firma tecnológica, le pregunté cuál era la lección más importante que le había enseñado la vida. Y esto me respondió:
- Lo que abandonas, te abandona. El jardín hay que regarlo todos los días.
Da igual que hablemos de los jardines más bellos del mundo -por ejemplo los jardines de Keunkenhof, en Holanda-, si esos jardines tan bien cuidados se dejan de regar, de quitarles la maleza, de podar sus ramas... en definitiva, de alimentarlos, acaban por perderse, desvaneciéndose su magia y su encanto, igual que esas casas abandonadas que uno ve por la carretera a ambos lados de la calzada, y que han sido dejadas de la mano de Dios.
La finalidad de la vida es el crecimiento, tanto en lo personal como en lo profesional. Y lo mismo pasa con tu negocio. Amancio Ortega, uno de los personajes incluidos en Aprendiendo de los mejores (Alienta, 9ª edición) afirmaba: "Desde que no era nadie ni tenía apenas nada, soñaba con crecer. El crecimiento es un mecanismo de supervivencia; si no hay crecimiento, una compañía se muere".
Cuando uno tiene un negocio -da igual si es persona jurídica (SL o SA) o persona física (autónomo)- tiene que estar continuamente pensando en el crecimiento y en cómo mejorar el mismo. Siempre hay que estar preguntándose cómo puedo mejorar los productos, o estar presente en más canales, o llegar a más público, o cómo mejorar la web de la empresa, o cómo tener ubicación física en más ciudades (países) o cómo ofrecer un servicio de más calidad... todo ello con una fuerte orientación al cliente y pensando en cómo dar más por menos.
Y esto es aplicable a cualquier ámbito de la vida: la amistad que no llamas, que no quedas, se desvanece; la relación de pareja que no se cultiva, lo mismo. Y algo parecido sucede en el mundo 2.0 de internet y las redes sociales. Si uno tiene un blog, y quiere que ese blog sea referente, no puede escribir cuando le apetezca o de pascuas a ramos; si uno está presente en twitter o facebook, no puede aparecer por ahí de manera muy esporádica para dejarse ver y hacer caja. Te suena, ¿verdad? Dicho de manera clara:
Los esfuerzos irregulares no producen rentabilidadLa dejadez, el abandono y la pereza son los peores enemigos del ser humano; la constancia, por el contrario, una gran aliada. Y la constancia no es una cuestión de pelotazos sino de fuego lento, como casi todo lo bueno de la vida. De decidir una prioridad, enfocarse en ella y estar alimentándola y regándola todos los días. Porque igual que tú te alimentas todos los días para tener la energía disponible y rendir, lo mismo pasa con los negocios y las empresas.
Los negocios, las relaciones personales, las redes sociales y, en general, todas las cosas, son como los fuegos que si no se avivan y se alimentan, se van apagando poco a poco hasta consumirse. Es muy fácil relajarse -la autocomplacencia siempre es peligrosa- y el exceso de relajación -la tiranía de la inercia- siempre acecha. En definitiva:
Lo que abandonas, te abandona;
cuida de tu negocio y tu negocio cuidará de ti